lunes, 30 de mayo de 2011

Revelación detrás del palo.

Apenas ayer me enteré de que esta gente existe casi desde el Pleistoceno. Pero nunca es tarde si la dicha llega, porque buena siempre será, la dicha, quiero decir. El tema que cuelgo aquí es un botón de muestra, pues de esta banda hay más por ahí para disfrutar, según gusto del amanuense. Quise compartir el descubrimiento porque supongo que esto pueda gustarle a terceros mortales y pueda ahorrale a alguien un viaje hasta la cuarta glaciación para enterarse del acontecimiento.

martes, 24 de mayo de 2011

Banana Republic

Vivir en esta República Bananera tiene sus encantos. Se puede ver como nace y muere el sol, siempre detrás de alguna verde montaña; se puede insultar y agredir físicamente a la policía, se puede distinguir el Mar Caribe y el Océano Pacífico, aún en la distancia, encaramado en la cresta de aquel altozano detrás del que vio morir o nacer el sol. Se puede hacer campaña como aspirante a la presidencia de la nación con donativos económicos cuyo origen sea una vergüenza republicana; se puede conocer de primera mano el verdadero sentido – abúlico – de la existencia. Se puede traficar cantidades apocalípticas de cocaína, heroína, marihuana o alcaloides al uso, ser sorprendido en el trasiego y esperar el juicio, tranquilamente, en apartamento de lujo o al otro lado de la frontera. Se le puede deteriorar a un gringo, en poco tiempo, el obturador de la cámara, con tanto bicharraco y planta fotografiable. Se puede asesinar, alevosamente, lo mismo a un niño de cuatro años que a una anciana de cuatrocientos, y no recibir – corto brazo el de la ley en esta finca – análoga píldora en recompensa. Se puede creer en Dios pero también se tolera creer en Dios. Se puede vivir sin sangre en la venas, o con poca, y medio congelada. Se puede intentar una fuga de un penal de máxima seguridad y morir baleado en el intento, o diez días después, pero sin un rasguño. Se puede hacer un par de buenos amigos, dos pares con suerte. Se pueden comer ricos bananos las veinticuatro horas del día, sin perder el escalón evolutivo. Se puede ser un ente conservador y/o se permite ser un prototipo ultraconservador. Se asume lo intrascendente como precepto social y como canon artístico. Se generan empleos para indocumentados. Se multiplican los menesterosos pero se desconoce la alpargata. No hay ejército pero abunda la mejilla rasurada y el corte de cabello al estilo militar. Se puede soñar y puede usted caerse de la cama.

jueves, 19 de mayo de 2011



Diálogos en un guijarro.

En 1976 la editorial Emecé publicó con el título Diálogos Borges-Sábato , las conversaciones que entre finales de 1974 y marzo de 1975, sostuvieron en casa de la pintora uruguaya Reneé Noetinger, Jorge Luis Borges y el finado más fresco de las letras hispanoamericanas, el también gaucho Ernesto Sábato. De mutuo acuerdo dejaron fuera del tintero los temas políticos, arena en la que por aquel entonces rivalizaban. Fue la única ocasión en la que los dos escritores se reunieron públicamente y decidieron aceptar la divulgación de sus conversaciones. El también escritor y periodista argentino Orlando Barone actuó como gestor, moderador y editor de las amenas charlas entre los dos hombres eternos; aunque Borges nunca creyó en la eternidad literaria. A propósito de la reciente muerte de Ernesto Sábato, la gaceta “Ojo”, publicación que ve la luz impresa en Costa Rica una vez al mes, acaba de “sacar” en su último número (18 de mayo-18 de junio) un fragmento de aquellas conversaciones antológicas. (E. Sábato: S; J.L. Borges: B) Allá va eso ¡!

B: …Antes podíamos estar toda la noche hablando sobre literatura o filosofía. Era un mundo diferente. Ahora me dicen se habla mucho de política. A nosotros nos preocupaban otras cosas. No se hacía ninguna referencia a las noticias cotidianas, fugaces.

S: Sí, eso es verdad. Tocábamos temas permanentes. La noticia cotidiana, en general, se la lleva el viento…

B: Claro. Nadie piensa que deba recordarse lo que está escrito en un diario. Un diario, digo, se escribe para el olvido…

S: Sería mejor publicar un periódico cada año, o cada siglo. O cuando sucede algo verdaderamente importante: “El señor Cristóbal Colón acaba de descubrir América”. Título a ocho columnas.

B: (Sonriendo) Sí, creo que sí.

S: ¿Cómo puede haber hechos trascendentes cada día?

B: Además, no se sabe de antemano cuáles son. La crucifixión de Cristo fue importante después, no cuando ocurrió. Por eso jamás he leído un diario, siguiendo el consejo de Emerson, que recomendaba leer libros, no diarios.

(…)

S: Un gran escritor no tiene por qué crear buenas personas. Ni Raskolnikov ni Julien Sorel, por citar algunos, pueden juzgarse como buenas personas. Casi nadie en la gran literatura.

B: Hay una frase de Kipling que escribió al final de su vida: “A un escritor puede estarle permitido inventar una fábula pero no su moraleja”. El ejemplo que eligió para sostener su teoría fue el de Swift, que intentó un alegato contra el género humano y ahora ha quedado Gulliver, un libro para chicos. Es decir: el libro vivió, pero no con el propósito del autor.

(…)

S: Es curioso lo que pasa con los enciclopedistas. De nuevo la duplicidad del escritor, entre lo que se proponen y lo que les sale…

B: Ahí está, sin ir más lejos, la Revolución Francesa.

S: Sí. Decapitan a media Francia en nombre de la Razón. Cada vez que los teóricos invocan al hombre con H mayúscula hay que ponerse a temblar: o guillotinan a miles de hombres con minúscula, o los torturan en campos de concentración.

B: No sé que escritor dijo: les idées naissent douces et vieillisent féroces. “Las ideas nacen dulces y envejecen feroces”

S: Hermosa frase!. Recordemos las cosas feroces que se hicieron en nombre del Evangelio. Y las atrocidades que hizo Stalin en nombre del Manifiesto Comunista.

B: ¡Qué extraño! Nada de eso ha ocurrido con el Budismo.

S: (Con tono excéptico) Pero dígame, Borges, ¿a usted le interesa el Budismo en serio? Quiero decir como religión. ¿ O sólo le importa como fenómeno literario?

B: Me parece ligeramente menos imposible que el cristianismo. (Ríen). Bueno, quizá crea en el Karma. Ahora, que haya cielo e infierno, eso no.

S: En todo caso, si existen, deben ser dos establecimientos con una población muy inesperada.

Barone: ¿Y qué opina de Dios, Borges?

B: (Solemnemente irónico) ¿Es la máxima creación de la literatura fantástica! Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la teología. La idea de un ser perfecto, omnipotente, todopoderoso, es realmente fantástica.

S: Pero dígame, si no cree en Dios ¿por qué escribe tantas historias teológicas?

B: Es que creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género. (…) Tengo discusiones con Bioy Casares sobre esto de la literatura fantástica y la literatura fantástica de la Revolución Industrial. Le digo que es más fácil creer en talismanes que en máquinas.

S: Tiene razón. La invención de Morel, de Wells, es una obra magnífica. Pero personalmente la habría preferido sin máquinas ni explicaciones.

B:…Uno acepta un talismán, digamos un anillo que hace invisible a los hombres; en cambio Wells tiene que recurrir a experimentos químicos y eso es menos creíble. El anillo sólo exige un acto de fe, lo otro, todo un proceso.

(…)

Barone: Siempre me pregunté, cómo será traducir a idiomas como el chino, por ejemplo.

S: Eso nunca se podrá comprobar (Risas) Si ya con lenguas indoeuropeas es imposible la traducción, podemos suponer lo que será pasar a lenguas como el chino. En rigor, cualquier traducción es falsa, no hay equivalentes exactos.

B: Eso es culpa de los diccionarios, que han hecho creer que hay equivalentes y no los hay. Y también de los traductores que no comprenden que no es lo mismo traducir una obra de la que han transcurrido centenares de años y otra contemporánea.

S: Bernard Shaw dijo: Una lengua común nos separa. Un aforismo casi hegeliano.

(…)

sábado, 14 de mayo de 2011



William Faulkner: trajinando en el deep south.

Dicen que William Faulkner araba la tierra con aplicación, en una pequeña parcela detrás de su casa, cuando llegaron a decirle que había ganado el Premio Nobel de Literatura, en el año 1949; y que siguió arando tranquilamente después de saberlo. Así era el tipo, irreverente, sarcástico e innovador hasta en la manera de asumir semejante noticia. Sin más preámbulo dejo aquí un fragmento de entrevista con el escritor. (P: periodista, F: William Faulkner)

P: ¿En cuanto a su escritura, tiene el escritor alguna obligación para con sus lectores?

F: Su única obligación inaplazable es hacer el trabajo lo mejor que pueda; cualquier obligación aparte de esa puede cumplirla como más le guste. Yo estoy demasiado ocupado como para preocuparme por el público. No tengo tiempo para preguntarme quién me lee. No me preocupa la opinión de un Juan Pérez acerca de mi trabajo ni del de otros. Yo tengo que lograr mi nivel, y solo lo logro cuando el trabajo me hace sentir igual que cuando leo La tentación de San Antonio o el Antiguo Testamento. Me hace sentir bien. Observar un pájaro también me hace sentir bien. ¿Sabe?, si yo reencarnara, me gustaría convertirme en un milano. Nadie lo odia ni lo envidia ni lo quiere ni lo necesita. Nunca lo molestan ni está en peligro, y come cualquier cosa.

P: ¿Qué técnica utiliza para alcanzar su nivel?

F: Dejemos que el escritor se valga de la cirugía o de la albañilería si está interesado en la técnica. No existe una manera mecánica para forjar una escritura. No conozco ningún atajo de este tipo. El joven escritor que siguiera una teoría, sería un tonto. Enséñate a ti mismo según tus propios errores; la gente solo aprende por el error. El buen artista cree que nadie es lo suficientemente bueno como para aconsejarlo. Posee una vanidad suprema. No importa cuanto admire al escritor viejo, quiere derrotarlo.

P: ¿Niega usted entonces la validez de la técnica?

F: De ningún modo. A veces la técnica se hace cargo y comanda el sueño antes de que el propio escritor pueda ponerle la mano encima. Ese es el tour de force y llevar una obra a término no consiste sino en colocar un ladrillo sobre el otro…

P: ¿Cuánto de su escritura está tomado de su experiencia personal?

F: No podría decirlo. Nunca hice la cuenta. Porque “cuanto” no es lo que importa. Un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación; y un par de cualquiera de estas cosas, a veces una sola de ellas, puede suplir la falta de las otras...

P: Algunas personas dicen que no entienden su escritura, incluso después de haberla leído dos y hasta tres veces. ¿Usted les sugeriría algún tipo de aproximación?

F: Leer cuatro veces.

P: Decía usted hace un momento que la experiencia, la observación la imaginación, son importantes para un novelista. ¿Incluiría entre ellas a la inspiración?

F: No sé nada acerca de la inspiración, no sé qué es, oí hablar de ella, nunca la vi.

P: ¿Cómo comenzó su carrera de escritor?

F: Yo vivía en Nueva Orleans, y hacia cualquier tipo de trabajo para ganar un poco de dinero de vez en cuando. Conocí a Sherwood Anderson. Por las tardes caminábamos por la ciudad, hablábamos de la gente. Por las noches nos reencontrábamos, nos tomábamos una botella o dos, él hablaba, yo escuchaba. Todos los días hacíamos lo mismo. Decidí que si esa era la vida de un escritor, entonces lo mío era convertirme en escritor. Y así comencé a escribir mi primer libro. Descubrí que escribir era divertido. Incluso olvidé que no había visto a Sherwood durante más de tres semanas. Él se apareció entonces por primera vez en mi casa y me dijo: ¿qué pasa, estás enojado conmigo por alguna causa? Le dije que estaba escribiendo un libro. Él dijo: ¡Dios mío! y se fue. Cuando terminé el libro – La paga de los soldados – me encontré en la calle con la señora Anderson. Mé preguntó por el libro y le dije que lo había terminado. Ella dijo: “Sherwood dice que hará un trato contigo; si no está obligado a leer tu manuscrito le dirá a su editor que lo acepte”. Dije: “Trato hecho”, y así fue como me convertí en escritor.

P: ¿Qué clase de trabajos hacia para “tener un poco de dinero de vez en cuando”

F: Lo que fuera, un poco de casi todo: conducir botes, pintar casas, pilotar aeroplanos. Nunca necesité mucho dinero porque vivir en Nueva Orleans era barato por aquel entonces, y todo lo que yo quería era un lugar para dormir, comida, tabaco y whisky. Había muchas cosas que yo podía hacer durante dos o tres días para ganar dinero suficiente para vivir el resto del mes. Por temperamento soy pordiosero y errante. No quiero lo suficiente el dinero como para trabajar por él…

P: ¿Lee a sus contemporáneos?

F: No, los libros que leo son los que conocía y amaba cuando era joven, y a los cuales regreso como a viejos amigos: el Antiguo Testamento, Dickens, Conrad, Cervantes: Don Quijote. Los leo todos los años, como otros leen la Biblia, Flaubert, Balzac, Dostoievski, Tolstoi, Shakespeare. Ocasionalmente leo a Melville, y de los poetas a Marlowe, Campion, Johnson, Herrick, Donne, Keats y Shelley. Todavía leo a Housman…

P: ¿Y Freud?

F: Todo el mundo hablaba de Freud cuando llegué a Nueva Orleans, pero nunca lo leí. Shakespeare tampoco lo leyó. Dudo que Melville lo haya hecho, y seguro que Moby Dick no lo hizo...

P: ¿Qué podría decir acerca del futuro de la novela?

F: Imagino que mientras la gente siga leyendo novelas, también habrá gente que las escriba, y viceversa.

P: ¿Y la función de los críticos?

F: El artista no tiene tiempo suficiente para prestar atención a los críticos. Los que quieren escribir no tienen tiempo para leer reseñas. La función del crítico no está dirigida al artista mismo. El artista es una figura que supera a la del crítico, porque el artista está escribiendo algo que conmoverá al crítico. El crítico en cambio está escribiendo algo que conmoverá a cualquiera, salvo al artista mismo.

P: ¿Quiere decir que nunca sintió la necesidad de discutir su obra con nadie?

F: No, estoy demasiado ocupado escribiéndola...Soy un escritor, pero no soy un hombre de letras.

P: Los críticos afirman que los lazos de sangre son un factor central de sus novelas.

F: Esa es una opinión, y como ya le dije, no leo críticas.

P: ¿Podría explicar que significa “movimiento”, en relación con el artista?

F: La ambición de todo artista es detener el movimiento, que es la vida misma, por medios artificiales, y dejarlo fijo para que cien años después, cuando un extraño lo mire, vuelva otra vez a ponerse en marcha, puesto que es la vida. Ya que el hombre es mortal, la única inmortalidad posible para él es dejar algo inmortal detrás de sí, algo que siempre se mueva. Esta es la forma que tiene el artista de garabatear “Kilroy estuvo aquí”, en la pared del olvido último e irrevocable a través de la cual algún día pasará.

P: Malcolm Cowley afirma que sus personajes poseen un sentido innato de sumisión ante el destino.

F: Esa es su opinión: Yo diría que algunos de ellos lo tienen y otros no…

P: ¿Qué sucedió en usted entre La paga de los soldados y Sartoris? Quiero decir: ¿qué dio origen a la saga de Yoknapatawpha?

F: Con La paga de los soldados descubrí que escribir era divertido…escribí por escribir, por el placer que producía. Al comenzar Sartoris descubrí que el pequeño sello postal de mi suelo nativo merecía que se escribiera sobre él, y que yo nunca viviría lo bastante para agotar ese tema…El haber logrado que mis personajes se muevan en el tiempo, me prueba mi teoría, según la cual el tiempo es una condición fluida que carece de existencia…Me gusta pensar en el mundo que creé como en una suerte de piedra angular de un universo; si se quita esa piedra, pequeña como es, el universo entero entraría en colapso. Mi último libro será el libro del Día del Fin del Mundo, el libro de oro, del condado de Yoknapatawpha. Entonces quebraré mi lápiz y deberé detenerme.

P.D: Fragmentos tomados de Leopoldo Brizuela y Edgardo Russo. “William Faulkner. Una entrevista”, Como se escribe una novela, El Ateneo, Buenos Aires, 1993, pp. 119-127.