Crónica del difunto
Muerto como nací hace ya 38 años, para contar mi cuento de ultratumba decidí hace una hora comenzar a remover el sarcófago para tumbar de la losa el catafalco fosilizado. Tuve suerte, lo logré, y empecinado como estoy en relatar la historia de mi larga muerte, empujé con tal fuerza de recuerdos la plancha pétrea – y empolvada – que limita el acceso a mi osamenta, que logré descorrerla unos centímetros, y aquí estoy, cómodamente prensada mi calavera desnuda y desdentada en la abertura resultante, tomando el aire puro de esta tarde plomiza del año no se cual, por el hueco craneal donde, supongo, al menos el día de mi nacimiento hubo una nariz; y miré usted que vitalidad ¡!: ¡ si hasta logro mover la mandíbula inferior!. … Octubre 22 de 1970, Hospital Leonor Pérez, en Marianao, o en Boyeros, o La Lisa, no sé, no puedo ubicarlo ahora con certeza porque estoy muerto hace un montón de años… Mi madre querida lleva un manantial de horas tratando de parirme, pero nada, no lo logra. El cansancio la tiene más muerta que viva: no sabe que estará, a partir de ese día, y ahora si literalmente, otras 2 semanas más muerta que viva y emulando con su hijo recién parido para ver quien muere primero. ¡14 horas en labores de parto y nada, mami sigue sin parirme! Mi padre se impacienta, ley de Arquímides mediante, ha estado todo ese tiempo junto a mi madre. La cesárea “se cae de la mata”, incluso un médico del equipo la sugiere pero el inepto que dirige el parto se niega a practicarla. Mi madre desfallece y le medicucho en jefe está cagándose en los pantalones pero es incapaz de tomar decisión alguna. Mi padre le increpa su conducta. El “tipo” no reacciona. PAUSA AQUÍ: a partir de este momento el medicucho no será ni eso, para mí y para mi padre ya es solo un tipo ahí… Se calienta el ambiente, la fiesta del Guatao en el salón de parto: mi viejo se abalanza sobre el tipo, lo golpea. Otro médico intenta sacar a mi padre del salón pero no lo logra, mi padre se bestializa y deciden dejarlo tranquilo. PAUSA 2: Meses después, por negligencias y conducta impropia, el tipo ahí sería inhabilitado para ejercer su profesión... Otro médico corre a buscar a alguien. Aparece un ginecólogo francés que imparte curso entre los docentes del hospital. El galo toma el mando. Ya no es posible la cesárea, tengo la futura calavera atorada en el canal de parto. Mi madre no reacciona, sus signos vitales se debilitan. Papi quiere matar al tipo ahí, lo ofende todo lo que puede pero el francés lo regaña y se controla. El francoparlante practica con sus manos arriesgadas maniobras de situación extrema. Logra sacarme pero no respiro, no hay signos vitales, estoy literalmente muerto. Ha sido extenuante la maniobra y se ha perdido mucho tiempo previo. Para complicar más el asunto, la asfixia es la causa del deceso, pensando que era cerveza me he tragado todo el líquido amniótico de mi madre. El galo otra vez a la carga, – en su homenaje el nombre de este difunto de 38 años – me oxigena e intenta descongestionar mis pulmones al mismo tiempo: algo logra; mi corazón late, se apaga, late, se apaga, late, late, late. De todas maneras estoy más muerto que vivo, y en el hospital no hay recursos para luchar por mi vida: no hay equipamiento especializado para este tipo de situaciones. Si me dejan ahí volveré a morir pero a quien le importa, nadie cuenta conmigo, solo mí padre, y yo. Intentar un traslado en ambulancia en situación tan crítica, es casi un crimen consciente, las ambulancias especializadas aún no existen, y para cerrar el dominó, no hay ambulancia disponible en ese momento. Mi padre asume la responsabilidad: decide sacarme de allí. El único que lo apoya, sin responsabilizarse, es el médico francés. Otra vez la Ley de Arquímides, mi viejo corre al teléfono: El director de CIMEQ (Centro Investig. Méd- Quirúrg.) es amigo suyo. El hombre – años después moriría apuñaleado por su propio hijo esquizofrénico – devolvió la llamada al instante: ya va en camino una ambulancia para recoger a tu hijo, los estarán esperando en el Hospital William Soler. Me colocan en una camilla. El galeno francés que trata a toda costa de mantenerme con vida y mi Padre con un pequeño balón de oxigeno bajo un brazo, corren hacia la puerta del elevador; una enfermera aprieta el botón para mantener la puerta abierta. Todos los presentes y paseantes vestidos de blanco reprochan a viva voz la conducta de mi padre. Nadie ofrece ayuda, solo el médico francés y la enfermera en el elevador se movilizan. Ya en la ambulancia el médico –se sabe que es el francés, los demás son unos inútiles– una vez más acude a toda su experiencia y ejecuta enmarañadas maniobras con mi cuerpo, la enfermera lo ayuda en lo que puede. Medio muerto como estaba, creo recordar que la enfermera estaba buena. Mi padre con el balón de oxígeno sobre las piernas le grita al chofer de la ambulancia por la ventanilla que los separa del conductor: métele la pata a esto coj… Hospital William Soler. La enfermera sale corriendo de la ambulancia, procedimiento a la inversa con el elevador y sale el médico normando a toda carrera con el jodedor en brazos, mi padre a su lado con el balón de oxígeno. Late, late, late.... Al mes del alumbramiento llega el turno a la terapia sicológica con mis padres: Mamá y Papá, recuerden que el niño nació sin signos vitales – muerto, cadáver extinto – y que estuvo mucho tiempo sin oxígeno en el cerebro antes de la reanimación por lo que hay un alto porciento de probabilidades de que aparezcan síntomas de retraso durante su aprendizaje y problemas cardiovasculares y respiratorios durante su crecimiento. Deben extremar los cuidados con él y bla bla bla…Si no fue textualmente así, se parece bastante. Más piedras que este cubano no tiró nadie en su barrio desde el 1er año de vida, nadie corrió con tantas ganas como lo hice yo, he amado y sufrido como el que más, los hospitales los conozco por referencia y aunque quedaron un par de tuercas flojas en este cerebro, con lo que tengo me alcanza para seguir deconstruyendo el mundo… A los 5 años del susto por aquella tremenda borrachera que cogí en mi día inaugural, mi madre acude a consulta de fertilidad en el Hospital Leonor Pérez. La doctora lee su expediente y le dice: usted no tiene problemas de infertilidad, aquí dice que usted parió hace 5 años, pero el niño murió en el parto... No doctora, mi hijo no murió, está vivo, tiene 5 años y es un niño tan saludable como cualquier otro... ¡Pero como, si aquí dice..cuénteme!... Aunque consta en archivos que mami entró a consulta a las 8:00 am, deduzco que fue la primera y única paciente de la doctora ese día... Juro que de mi viaje a la otra orilla no guardo memoria alguna, ni falta que hace. Al parecer la fetidez del reparto y la fealdad de los rostros que vi al asomarme me dieron mala espina y decidí que aún no era tiempo de formar parte de la mayoría…No obstante en el Hospital Leonor Pérez de la capital cubana aparezco como fallecido. Por tanto, esta es la crónica veraz de un difunto que recompuso el tiempo, caminó, creció, se hizo hombre, y sobre todas las cosas se agarró con fuerza a un corazón que todavía late, late, late…
Post data: en la foto puede observarse claramente la posición casi fetal que ha adquirido el cadáver a los 30 y pico de años de su enterramiento en la superficie y el alto grado de conservación de los restos...