viernes, 22 de mayo de 2009


Ajenjo

Ganas de vivir sin sugerencias, sin ambiciones terrenales ni espirituales, sin contratiempos ni tiempo, sin estar presente ni estar ausente, sin ser quien soy o quien no soy, sin acuerdos ni desacuerdos, sin incluir tendencias ni ideologías, sin tener que quedar bien o quedar colgado de un pensamiento, de una mujer, de una viga. Ganas de comenzar por el final y terminar en el comienzo, de reír con los ojos sudando, de llorar a mandíbula batiente, de abrazar a cualquiera. Ganas de falsear la realidad, de incrementar mi número de vicios, de llegar a puerto, de zarpar, de volverme loco, de bañar perros, de estrujar recuerdos, de tomar agua sin sed, de negarme el aliento, de apedrear un convento, de torpedear una sardina y pescar un submarino con anzuelo. Ganas de ir a ningún sitio, de leer con lupa y con espejuelos, de pegar una oreja sobre los rieles, de sudar en el mar, sumergirme y escuchar algo a lo lejos. Ganas de mojarme al sol en el Sahara y secarme con la lluvia del invierno, de abrazarme a un árbol, de sentir el latido que bombea entre las líneas de un pliego sellado a la vieja usanza. Ganas de escribir una carta sobre un papiro, de lamer el borde engomado del silencio. Ganas de comer en familia, de visitar un cementerio y conversar con los muertos, de consumir café con te negro, láudano con absenta fuera de París, sin Rimbaud y sin Toulouse-Lautrec. Ganas de caminar siempre hacia el poniente, de escalar un valle y nivelar una montaña, de abandonar el carro atravesado en mitad de una Avenida y esperar el autobús en la parada opuesta. Ganas de volver al futuro, predecir el pasado, imaginar otro presente, sembrar una orquídea, desenterrar un ave, poner un topo a volar, olvidar el olvido y vender almanaques de piedra. Ganas de imaginar lo que no imagino, de leer en español al estilo arábigo, de comprar soberbios originales y decorar paredes con burdas imitaciones. Ganas de asir lo inasible, de trasladarme en barcos por carretera y en trineos por la Amazonia, de escuchar la música de mi cuerpo y acariciarle una mejilla al viento. Ganas de socorrer al Socorro, violentar la violencia y quitarme los zapatos solo para salir de casa. Ganas de apagar las luces cuando estoy durmiendo, y apagarlas también cuando estoy despierto.