miércoles, 30 de noviembre de 2011


Médicos de Serie B.


      Dos semanas llevan en huelga los anestesistas de Costa Rica. Según ellos, necesitan un par de semanas más de vacaciones, profilácticas, y un incremento salarial del 5%. Ya es de escándalo el salario que ganan, pero esa es queja de otros, dirán ellos también, que el dilema nunca falta y el dinero nunca sobra. Mutó el espíritu divino, se diluyó, ya no es asunto de aquel en el que algunos dicen creer, que ya era tiempo de un traspaso de poderes. Ahora el hágase tu voluntad le pertenece al gremio de los anestesistas de Costa Rica. Me voy a la huelga porque es lo justo, porque ese 5% de incremento salarial me permitirá volver a París o a Nueva York antes de lo previsto con aquellas necesarias vacaciones profilácticas. En fin, me voy a la huelga porque es el mandato de los omnipotentes. Pero los altísimos necesitaban de querubines como complementos emocionales y mensajeros adicionales de su faena bendita. Y allá se fueron tras ellos, en manada, los magnos miembros de la Unión Médica de Costa Rica. Se completó la estructura palaciega del Olimpo. Y mire usted los niveles de humanismo que muestran aquellos inmortales, que ha dicho alguno entre ellos: “a pesar de la huelga, seguimos atendiendo las emergencias y ningún costarricense ha muerto” ¡OOhhh, que magnanimidad la de estos médicos divinizados, atienden emergencias y nadie ha muerto, que nivel ilimitado de entrega a la humanitaria profesión a la que se deben! Al carajo las consultas y operaciones planificadas desde hace meses, años. A la mierda la atención médica que no sea cosa de vida o muerte. De cualquier forma al que muera se le hará un favor, lapidarán ellos, se le acortará el camino para llegar donde sin morirnos – todavía – vivimos nosotros: en El Firmamento. Una cifra considerable de mi salario y del salario de otros tantos millones de mondos mortales que viven en Costa Rica, paga los sueldazos de esos medicuchos altaneros de película de serie B. Tengo la indiscreta impresión de que no hay cojones en las instituciones de este país para ponerle cascabeles a estos aristogatos con ínfulas seculares. Alguien con mucho tino sugirió, cuando se iban a la huelga los embajadores del Parnaso, que debían hacerla de hambre para que las secuelas del nuevo arrebato mercantilista las pagaran con sus propios cuerpos y no quedaran las consecuencias del desmadre en la anatomía del contribuyente nacional. Pero aun siendo los preferidos por la eternidad fueron traidores y cobardes: tomaron como rehenes al pueblo, ese del que creen ellos no formar parte. Por movimiento inercial demostraron además que les queda enorme la talla de vocación que se ponen. Se acabó el abuso, comenzó el atropello, diría un notable borracho – ya difunto – que en mi tierra conocí, si aquí estuviera. Si estos cuatreros de bata blanca se salen con la suya, la primera cabeza en rodar, por blandengue, por abúlica, debería ser la de la mismísima Presidenta de la República.