Médicos de Serie B. II (Final)
Tomando en serio el precepto compartido entre Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato de que periódicos e informativos televisivos deberían editarse y/o transmitirse uno cada cien años, ajeno como he estado en estos últimos días a la intrascendencia noticiosa de la galaxia que habito, incluyendo huecos negros y supernovas próximos o distantes, acabo de confirmar, hojeando periódico La Nación de Costa Rica del pasado sábado 3 de diciembre, aquello que hasta un cegatón veía venir: “Caja cede a reclamo de médicos para poner fin a la huelga”. En su momento, la cuasi noticia debió correr como pólvora de efectos de navideña pirotecnia en similares instrumentos de manipulación informativa establecidos en la comarca. A pesar del riguroso titular de portada, mamotreto adentro y a página entera se pretende engalanar el arbolito de la pelotera médica de fin de año con los términos “acuerdo”, “respeto”, sensatez”, “posiciones comunes” y otras farsas al uso. Un acuerdo entre dos entidades en disputa significa que ambas ceden, se desplazan un poco de su postura inicial para alcanzar ambas partes también un poco de sus propósitos. Pero esto no sucedió aquí. La Caja Costarricense del Seguro Social se hincó de rodillas, se humilló públicamente ante los reclamos de los medicuchos de turno. Fue tal el descaro y la prepotencia de aquellos que galenos dicen ser, que a última hora de “negociaciones” y ya seguros de su pírrica victoria – no olvidemos quienes fuimos los rehenes de esta horda con estetoscopio por garrote y batas blancas por pieles – se atrevieron a quitar la mascarilla carnavalesca de “profilácticas” a su reclamo vacacional, ¡y aun así La Caja cedió! A estas alturas de semana, más de una capital europea o estado de la Unión Americana ya empobrecerá sus calles y afeará sus paisajes con la presencia de alguno que otro de estos miserables de Víctor Hugo que ni siquiera tienen el encanto de aquellos descarados europeos decimonónicos. Según el insulto noticioso, La Caja logró que los médicos y anestesistas (es por aquello de identificarlos por el lugar de trabajo y los medios que utilizan para simular la taera, por nada más) se comprometieran a evacuar – esta palabra también significa defecar – en un lapso de seis meses los millares de consultas y operaciones canceladas por la huelga. Es decir que lograron que aquellos que, repito, dicen ellos médicos ser, hicieran lo que tienen que hacer. En términos análogos es algo así como si yo me comprometiera a recuperar las clases que por mi propia irresponsabilidad mis estudiantes dejaran de recibir. Ese tipo de compromiso no requiere intervención ni presión institucional para cumplirse porque es un compromiso personal, ético, moral. Si antes de la huelga la mortalidad en las intervenciones quirúrgicas del corazón en el Hospital de Niños rozaba términos judiciales, y llueven las quejas por mala praxis en cualquier otro tipo de intervención quirúrgica en este país donde ejercer la medicina es negocio redondo en vocación de plomero, no quiero ni pensar en lo que saldrá de la marea de operaciones al estilo de un trabajo comunal, o voluntario, que se nos viene encima. La cota – insólita, insuperable – de la desfachatez, fue la publicación en el artículo de marras de este periódico de yerros, de una foto en la que se abrazan, sospecho que después del des/acuerdo, los representantes de La Caja y de la Unión Médica Nacional. ¡Señores!, ya se sabe que honor no hay por esos rumbos, pero hay que mostrar al menos un ridículo pudor, o simularlo. Alivio da saber que vergüenza queda, ajena.
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