I´m back.
El tiempo es un cabrón que
tregua nunca ofrece. Por esa canal corre una savia viscosa, una carga de
sucesos que se amontonan entre el primer día y el último de ese cuerpo impalpable que a alguien, alguna vez, se le
ocurrió llamarle vida. Y aquí está la mía, rehaciéndose, diluyéndose otra vez,
en ese caldo tibio y jodedor donde se mece, en un precario equilibrio más
literal que literario, la existencia. Gente buena y no, sobre la ruta de estos casi 7 meses de vida
en los Estados Unidos, encontré. En fin, lo habitual. Pero anima saber que no
solo los de siempre han estado ahí, que han sido más los gestos nobles que su
cara opuesta, que logré esquivar incólume todas las invitaciones a jugar Candy
Crush Saga, que por cada miserable que conocí, hubo
cuando menos un rival en sus antípodas y que aunque de diámetro discreto, algún
huequito de luz he visto en las paredes de ese túnel sabatiano por el que ahora corren a
una vez aquel cabrón que pausa no permite, y mi savia vital, viscosa, enjambre
de sucesos que se amontonan, para decirlo a la manera del poeta Feliberto
González Rebollar, colgando como una ristra de ajo en medio de la nada, o en un
cuarto de desahogo, que para el caso es lo mismo.
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