A propósito de hoy.
La tristeza suele ser más intensa que la felicidad. Y más
creativa. Siendo así, no debería ser hoy, Día internacional de la Poesía, en la
raíz del árbol un día feliz. Aunque sí en los frutos. No hay fruto artístico más
feliz que un buen poema. Si un pintor, consciente o no, peca de torpe o
ingenuo, pues ahí están el naif y otros recursos para salvarlo. Si un bailarín
cae, se para y sigue. Si un grupo de jazz no se acoteja sobre el escenario no
hay problemas, eso es el jazz, un solo de conjunto. Incluso puede una novela
tropezar en un capítulo, y levantarse al siguiente. Pero si un poema yerra no
hay naif, ni jazz ni capítulo posterior que lo levante. Es basura y punto. La
poesía es, por tanto, la más rigurosa de las artes. Requiere un trabajo de
orfebre y milimétrica precisión que no concede dádivas al error. El arte en general es el
mejor parto del espíritu, de la sensibilidad. La consecuencia es quizá lo único
que nos dignifica como especie: el andamiaje estético de la humanidad. La poesía es el arte
en su estado más puro.
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