miércoles, 30 de diciembre de 2015

Mario Vargas Llosa, en La tía Julia y el escribidor, dibuja una pincelada de aquella otra Cuba, hoy pura nostalgia.

 
Mario Vargas Llosa, en La tía Julia y el escribidor, dibuja una pincelada de aquella otra Cuba, hoy pura nostalgia:
        Sospechaba que los radioteatros se importaban, pero me sorprendí al saber que no los compraban en México ni en Argentina sino en Cuba. Los producía la CMQ, una suerte de imperio radiotelevisivo gobernado por Goar Mestre, un caballero de pelos plateados al que alguna vez, de paso por Lima, había visto cruzar los pasillos de Radio Panamericana solícitamente escolt...ado por los dueños y ante la mirada reverencial de todo el mundo. Había oído hablar tanto de la CMQ cubana a locutores, animadores y operadores de la radio – para los que representaba algo mítico, lo que el Hollywood de la época para los cineastas – que Javier y yo, mientras tomábamos café en el Bransa, alguna vez habíamos dedicado un buen rato a fantasear sobre ese ejército de polígrafos que, allá en la distante Habana de palmeras, playas paradisíacas, pistoleros y turistas, en las oficinas aireacondicionadas de la ciudadela de Goar Mestre, debían de producir, ocho horas al día, en silentes máquinas de escribir, ese torrente de adulterios, suicidios, pasiones, encuentros, herencias, devociones, casualidades y crímenes que, desde la isla antillana, se esparcía por América Latina, para, cristalizado en las voces de los Lucianos Pandos y las Josefinas Sánchez, ilusiona las tardes de las abuelas, las tías, las primas y los jubilados de cada país.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Explicaciones no pedidas, de Piedad Bonnett.


 
 
Explicaciones no pedidas, de Piedad Bonnett: Premio Casa de América de Poesía Americana (Madrid, España, 2011), y  Premio José Lezama Lima 2014 de Casa de las Américas (Cuba)
      No va uno por la vida dándole hachazos a los malos libros pero coño, bajarse, entre otros desconsuelos, abriendo poema con algo como esto: Tiene varios colores el amor:/el blanco donde escribes con tintas indelebles/el estridente sol del amarillo/y el verde donde crecen verdes hojas/bulbos devoradores, rosas rojas…, o con algo como esto: Una vez fuiste un ángel,/mi más bello demonio./Horas hubo en que ardí en tu luz/y horas/en que fui por tus llamas arrasada…,y ganar el XI Premio Casa de América de Poesía Americana (Madrid, España 2011), y el Premio José Lezama Lima 2014 de Casa de las Américas (Cuba), más que una burla, más que una ofensa, más que un asunto, como diríamos por acá, bewilderling, es algo así como limpiarse las nalgas con dos géneros al mismo tiempo: el poético y el humano. Si este libro, Explicaciones no pedidas, el noveno de Piedad Bonnett, concentra el sumun del oficio de su autora, no puede uno menos que imaginar los afables infortunios literarios que podremos encontrar en los anteriores aun cuando la contratapa de este se empeñe en decir lo contrario. Digo yo que para llegar a semejante agravio impreso grande debe ser el contubernio entre la escribidora  antioqueña con la institución española y el régimen de Labana, que a la altura de los extrainnings que vive la Cuba actual sigue siendo allí en muchos casos más ideológico que artístico el rigor que se exige a la hora de ocupar montículo literario y que si el título de este – es por decir algo – libro de poemas explicaciones no pide, al menos alguien debería darlas por los agasajos.  
 

 
 

sábado, 25 de julio de 2015



         Él solía tirar la bola para el home como pocos saben hacerlo. Mi criterio del tiempo comprimido en una cámara al vacío era verlo jugar pelota con el Habana, mi equipo. Cada lanzamiento suyo era una obra de arte en proceso, un performance. Por algo tiene el record de más juegos ganados en una Serie Nacional de Beisbol (20), allá en Cuba. En promedio perdía un juego (casi siempre apretado) después de haber ganado 5 o 6 consecutivos. Por eso el cuento El día que perdió José Ibar..., de Francisco García González, es un cuento de ficción, pero al cuadrado. Por algo fue él el pitcher que le pusieron delante, hace ya 15 años, a los Orioles d Baltimore en aquella escaramuza contra un equipo de las Mayores: si el tema era tirar maravillas para "la goma" no podía ser otro el elegido. Para romper las marcas del “Cheo” Ibar tendría que nacer otro como él, algo que sucede – cálculo conservador – cada 100 años. Así es que, por más que le pese a quien le pese, presiento que habrá números suyos para rato en las estadísticas de la pelota cubana. Por algo lo querían también aquí, tirando pelotas para el home plate en Grandes Ligas, asunto que por razones que no hay que mencionar aquí, no pudo ser. Pero igual aquí está, en esta orilla. Ladies and gentleman, esto sí es un ídolo de multitudes: José “Cheo” Ibar.

miércoles, 10 de junio de 2015

Entrando al abismo.



Entrando al abismo.

El amanuense fue profesor de John Carter – dos cursos – hace casi dos años, en Costa Rica. Con una disciplina académica (auto impuesta) espartana, es del tipo de estudiante que siempre honra la clase. Carter hoy tiene apenas 18 años y su lengua nativa es el inglés, así es que su empeño, además de talento, también revela los síntomas de la hombrada. He leído otros poemas suyos que nada quedan debiéndole a este. Sirvan estas palabras para introducir su texto. Y anoten el nombre, y el apellido, que ver nacer a un poeta es lo mismo que ver el estallido de una galaxia.

La salida del abismo

Cuestionando la oscuridad
y la experiencia,
las sombras salen a jugar,
se revelan ellas mismas.
El viento siempre ha susurrado
pero nunca he escuchado su voz en el día.
Habla de nuevo,
mi cuerpo tiembla más.

El cielo es negro
y los cielos siguen desconocidos.
Un sonido extraño embruja mi mente
me doy la vuelta,
no hay nadie ahí.

Una risa engañosa
se arrastra en mi oído
la luz parpadea, luego se quiebra.
La luna llena
da luz a esta noche de Halloween.

Árboles se estrechan para agarrar mi brazo,
las enredaderas, siniestras, ondulan entre mis dedos.
Escalofrío en mi espina
y el suelo se vuelve hielo.
Ahora estoy congelado.

Mi sombra se tuerce detrás mío
para verme y enjaular mi alma.
Tengo poder, tengo fuerza,
calor: me puedo mover
con más agilidad que antes.

Mi alma grita,
mi sombra no es mi reflexión
mi sombra es mi demonio
mi sombra es vidrio, mi alma también.
Son porcelanas, uno ha de ser piedra.

Cenizas llenan el mar, sombrean los cielos.
Mi sombra es un sádico;
sus ojos desean la tortura.
La guerra es emoción, la felicidad miseria.
Congoja y agonía les dan placer.
Los más negros de los malvados
fantasmas y necrófagos podrían ser mi ejercito.
En mi carne duerme Lucifer,
por ahora, la bestia duerme en paz,
ojos abiertos lo esperan.

Dándoles el espejismo de tener sus deseos,
soy su negociante.
Pueden lanzar los dados,
sus cartas nunca ganarán.
Apostando sus almas por sus obsesiones,
gatos negros y espejos quebrados
deciden su  suerte.
¡No puedo perder!

Fuego en sus manos.
No puede sangrar ni ahogarse.
Esto no puede ser silenciado,
es inmortal, ¿qué es real?
Oh señor, ¡Despiértame!

He jurado para que los horrores
de mi mente torcida me vuelvan a ver.
Vi ante los ojos del abismo,
me di cuenta que soy parte de él.
Para deshacer el hielo,
vendí mi alma,
y todo el hielo
se hizo agua.

Mis ojos solo han visto
hasta la orilla del horizonte.
Mi mente estaba hipnotizada
e imaginé las ilusiones
que fueron fundidas
ante el nuevo horizonte.
Entonces vi el sol amanecer,
desde el fondo del mar.


                                                      John Carter

Y bueno, leyendo Waiting for Snow in Havana, esto:



Y bueno, leyendo Waiting for Snow in Havana, esto:
And speaking of fictional characters, Popeye might have been the wisest of all time, for he knew instinctively what it has taken me a lifetime to realize. "I am what I am," or as Popeye puts it, "I yam what I yam."
I yam Cuban.
God-damned place where I was born, that God-damned place where everything I knew was destroyed. Wrecked in the name of fairness. In the name of progress. In the name of love for the gods Marx and Lenin.
Utterly wrecked.
I have pictures to prove it, from twenty years ago, when my mother went back to visit for one week, packing a Kodak Instamatic camera. Everything was already so thoroughly ruined by then as to be barely recognizable. The entire neighborhood went to ruin, just like ancient Rome, only more quickly and without the help of German barbarians. The entire city. The entire country, from end to end. (1)
          (1) Carlos Eire. Waiting for Snow in Havana.

lunes, 1 de junio de 2015

La mancha de sangre.


 


La mancha de sangre.
      
        Fidel Castro debió morirse joven, sierramaéstrico. Como James Dean, vaya, o en su lugar. Habría sido una opción más sana, menos letal. Ahora bien lo sabemos. Dado el teatro de operaciones "pre revolucionario", bien pudo procurarse una desaparición del más alto vuelo poético: cayendo por un precipicio de una loma del Segundo Frente oriental, se me ocurre. Digo yo para que en la memoria colectiva su recuerdo quedara tan vital como una mancha de grasa, y no como esa cosa que va quedando, que de vez en cuando se atreve en la tele y que más parece – ironías del destino – un águila americana que un ser humano.

lunes, 4 de mayo de 2015

Papalote



Papalote
        Leyendo Waiting for Snow in Havana de Carlos Eire, llego hasta aquí, y coño, ese también es mi viejo, pensé, y ese muchacho fui yo, fuimos todos, y por qué y cómo fue que un ególatra de mierda nos arrebató un país que nunca aspiró a ser otra cosa que un papalote casero.   

My father made the niftiest kites out of brightly colored tissue paper. Papel de China, it was called. And balsa wood frames. My dad would slice the balsa wood with a special knife he saved in a special box, cut the paper into all sorts of shapes, arrange the colors in wild patterns, apply glue, tie some string, and presto, a kite would appear. A tail made of thin strips of cloth, tied together in a chain of knots, was the finishing touch. (…)
I especially liked the fighting kites, which had double-edged razor blades embedded in their tails. We would hoist our kites high, far from one another, and then bring them closer and closer and try to cut each others’ strings with the razor blades. Sometimes it worked, but most of the time the kites simply got tangled up and plummeted to the ground. But when a kite actually had its string cut, it was beautiful. It would sort of hang there in the air for an instant, confused by its freedom, and then fly off wherever the wind wanted to take it. Sometimes they landed on the roofs of houses. Sometimes they landed blocks away, or plunged into the turquoise sea. We would cheer and shout, unless of course the damaged kite happened to be our own. I hated to have mine cut, and the sad truth is that I never got to cut anyone else’s. My father didn’t seem to mind this wreckage of his handiwork at all. He seemed to enjoy it.

sábado, 2 de mayo de 2015

Puerto seguro


 
Puerto seguro.

         He dicho que mi problema no fue evitar a Faulkner, sino destruirlo, señaló Gabriel García Márquez en sus conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza, recogidas en el libro El olor de la guayaba. Entre Faulkner, Kafka y Hemingway se redondearon las mayores influencias del colombiano, acaso las mejores. Y por supuesto que no hablaba García Márquez de hacer trizas al ex pintor de brocha gorda, piloto de avionetas de fumigación agrícola, generoso tomador de whisky, y además escritor de peso pesado, sino de zafarse con la mejor reverencia de la influencia de aquel “monstruo” de la Southern Literature. En la mañana del 2 de junio de 1961 mientras Ernest Hemingway se reventaba la cabeza de un escopetazo, en Ketchum, Idaho, tocaba tierra en México D.F Gabriel García Márquez. Unos días después, el 9 de junio, Gabo escribía desde el corazón azteca, en Novedades: Un hombre ha muerto de muerte natural. Para verlo simple, asumía tal vez con esa sentencia el necesario paso de un estado a otro de la materia, sea cual fuere la forma en la que tránsito sucede porque, en definitiva, a Hemingway ya nadie le quitaba lo baila’o. En fin, que el Gabo por norma solía agradecer la impronta de aquellos que lo marcaron. Con otros las cosas no funcionaban así.  T.S. Eliot, por ejemplo, en entrevista con Donald Hall se atrevió a decir que la obra de Ezra Pound era touchingly incompetente. Pretendiendo después poner un tibor donde caía la gotera soltando que that was a bit brash, wasn’t it? Ni que hablar hay del tutelaje literario que Ezra Pound ejerció sobre T.S. Eliot, y también sobre Ernest Hemingway quien por cierto, por aquel entonces (años 20) no habría estado ni de chiripa en el Inquest, junto a Carlos Williams, Ford Madox Ford, el propio Eliot y el propio Pound, de no haber sido por el palancazo que le dio este último. El comienzo del Ash Wednesday de T.S. Eliot ni siquiera hubiera sido el garrotazo que es sin las sugerencias de Ezra Pound porque no era el comienzo que Eliot pretendía para ese monumental poema. En Abaddón el exterminador, Ernesto Sábato escribió: si además del talento (…) estás dispuesto a sufrir, a desgarrarte, a soportar la mezquindad y la malevolencia, la estupidez, el resentimiento, la infinita soledad, entonces sí, estás preparado para dar tu testimonio. Unos mezquinos, otros no, al final el talento, la constancia se encargaron de salvar estos nombres.

lunes, 27 de abril de 2015

Instante



Instante.  
        Pocos tratados o libros de historia describen con una eficacia comparable lo que fue la Guerra Civil Española y, de paso, lo que es la fragilidad de la vida, como la erizante fotografía de Robert Capa tomada el 5 de septiembre de 1936 (cerca de Cerro Muriano en la frontera de Córdoba), la cual registra a un soldado republicano en plena carrera justo en el instante de recibir un balazo mortal: sus piernas han comenzado a doblarse pero todavía no ha caído; no está vivo pero tampoco muerto; no tiene su carabina empuñada en la mano pero tampoco está en el aire: es la fracción de segundo límite cuando la vida traspala la muerte, cuando la frontera entre ambas aparece resaltada en un clímax brutal. (1)
 
(1) Juan Carlos Botero. Las semillas del tiempo. 

sábado, 11 de abril de 2015

Cumbres borrascosas.



 
 
Cumbres borrascosas.
      Allá en la vieja Europa sí que saben cómo hacer las cosas. Hasta los puñetazos se tiran con un perfil entre pictórico y renacentista. Y heme aquí colgando una foto (Parlamento de Ucrania) que lo demuestra. La otra es de la reyerta que entre cubanos se formó hace unos días en Panamá. A ver si aprenden los integrantes de la brigada internacionalista cubana del manotazo alegre, que si las broncas que van a formar no van a llegar a magnitudes épicas, que por lo menos tengan cierta dignidad estética.

sábado, 28 de marzo de 2015

Ecribir como si ya estuvieras muerto.


 
Escribir como si ya estuvieras muerto.


    
Digo yo que otorgarle a alguien un premio literario no implica necesariamente la obligación de aceptar ese criterio de jurado como si fuera una verdad como una casa. El caso es que será que uno ha ido por la vida leyendo y leyendo y sobre la ruta ha formado un criterio estético quizá no tan sólido como afín a sí mismo, o será que no me regocijan las traducciones, o será que no llega mí sensibilidad a la altura de Transtromer, o que simplemente para gustos los colores, lo cierto es que no me parece la poesía del sueco, no digamos ya a la altura del honor “nobelero” que se le concede, sino incluso a otras de menos vértigo. Para no ir lejos y mencionar al azar, los cubanos Eliseo Diego y José Lezama Lima, los españoles José Hierro y Leopoldo María Panero, los norteamericanos Ezra Pound y Robert Frost, me parecen poetas muy superiores al nórdico aun cuando fueron ignorados soberanamente por la academia sueca. Leía incluso hace un par de días unos textos del cubano Rolando Sánchez Mejías (aún en el reparto de las minorías) que me parecieron, por una milla larga, superiores a todo lo que he leído del nórdico. ¿Dónde está la fórmula sensible, el asidero estético – no solo verificable sino además de magnitudes ultra – que justifica ese pedestal de hormigón armado donde han colocado, entre otros, a Tomas Transtromer? En realidad no hay respuesta y poco importa porque, para decirlo como Gombrowicz: uno debe escribir como si ya estuviera muerto. ¿Llegó Transtromer a tanto?

 
 


 
    

 

sábado, 21 de marzo de 2015

A propósito de hoy.


 
A propósito de hoy.

         La tristeza suele ser más intensa que la felicidad. Y más creativa. Siendo así, no debería ser hoy, Día internacional de la Poesía, en la raíz del árbol un día feliz. Aunque sí en los frutos. No hay fruto artístico más feliz que un buen poema. Si un pintor, consciente o no, peca de torpe o ingenuo, pues ahí están el naif y otros recursos para salvarlo. Si un bailarín cae, se para y sigue. Si un grupo de jazz no se acoteja sobre el escenario no hay problemas, eso es el jazz, un solo de conjunto. Incluso puede una novela tropezar en un capítulo, y levantarse al siguiente. Pero si un poema yerra no hay naif, ni jazz ni capítulo posterior que lo levante. Es basura y punto. La poesía es, por tanto, la más rigurosa de las artes. Requiere un trabajo de orfebre y milimétrica precisión que no concede  dádivas al error. El arte en general es el mejor parto del espíritu, de la sensibilidad. La consecuencia es quizá lo único que nos dignifica como especie: el andamiaje estético de la humanidad. La poesía es el arte en su estado más puro.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Suicidas atemporales.


 
Suicidas atemporales.
       Hace unos días leí algunos textos de Pablo Escobar y pensé entonces en el catálogo de suicidas que alimenta la poesía cubana: Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, José Martí y Carlos Pío (ambos disfrazando de patriotismo el suicidio), René López, Hugo Ania Mercier, Luís Marimón Tápanes, Raúl Hernández Novás, Juan Francisco Pulido, Jesús Manuel Suarez Estrada (la lista es más extensa) Gente que se aplicó con rigor, mientras no fue insoportable el peso de la carga, a aquellos versos del propio José Martí: Yo te quiero, verso amigo/porque cuando siento el pecho/ya muy cargado y desecho,/parto la carga contigo. Gente que dejó, por mano propia, en algún lugar el cuerpo. Pero la poesía sigue en pié. Bajo estas líneas un texto de Raúl Hernández Novás.
 
Da Capo (Raúl Hernández Novás)

IV
El que ibas a ser está esperándote.
¿Qué le dirás, ahora que has crecido?
¿Qué dirás cuando mida tu estatura?
Ibas a ser astrónomo, guardián
de las nubes y sus blancos castillos.
El que ibas a ser está esperándote.
Alta la mano admonitoria. seca
la mirada de juez que nada ignora.
Ahora mismo tienes que acudir
a la cita. Sin duda no has crecido.
Eres aquel que iba a ser marinero,
héroe, payaso, domador de fieras,
mago con una rosa, equilibrista.
Todo, menos la estatura del árbol
que hacia el río se inclina para dejar un fruto,


El que ibas a ser está esperándote.

Habrás de caminar para encontrarlo.

Sea leve tu tránsito, sea leve.

miércoles, 21 de enero de 2015

Traza


 
Traza.

        Jueves, 22 de octubre y 1970: 11 am. México D.F, Bar Papagayo y Efraín Huerta se anima a escribir este poema. Apenas se diluyen en el éter los últimos guiones de la charla con Octavio Paz, su buen amigo, su contrapeso ideológico. Más o menos así lo contó alguna vez “El cocodrilo”. Más o menos a esa hora se descuelga el mediodía en la isla donde nací, ese día, más o menos al mediodía. Vaya traza, vaya señal de tránsito sobre la ruta la que me adelantó sin saberlo Efraín Huerta.


 
Juárez-Loreto ( Efraín Huerta)

                                                                Alabados sean los ladrones...
                                                                                                        H.M.E.

 
La del piernón bruto me rebasó por la derecha:

rozóme las regiones sagradas, me vio de arriba abajo

y se detuvo en el aire viciado: cielo sucio

de la Ruta 85, donde los ladrones

me conocen porque me roban, me pisotean

y me humillan: seguramente saben

que escribo versos: ¿Pero ella? ¿Por qué

me faulea, madruga, tumba, habita, bebe?

Tiene el pelo dorado de la madrugada

que empuña su arma y dispara sus violines.

Tiene un extraño follaje azul-morado

en unos ojos como faroles y aguardiente.

Es un jazmín angelical, maligno,

arrancado del zarzal en ruinas.

A los rateros los detesto con todo el corazón,

pero a ella, que debe llamarse Ría, Napoleona,

Bárbara o Letra Muerta o Cosa Quemada,

empiezo a amarla en la diagonal de Euler

y en la parada de Petrarca ya soy un horno

pálido de codicia, de sueños de poder,

porque como amante siempre he sido pan comido,

migaja llorona (Ay de mí, Llorona), y si ayer pasadas las diez de la noche

fui el vivo retrato de la Novena Maravilla,

ahora sólo soy la sombra de una séptima colina desyerbada.

 

Alabados sean los ladrones, dice Hans Magnus.

Pues que lo sean: los veo hurtar carteras, relojes, orejas,

pies, nalgas iridiscentes, bolígrafos, anteojos,

y ella, que debe llamarse Escaldada, ni se inmuta.

Vuelve al roce, al foul, al descaro,

se alisa la dorada cabellera

(¡Coño, carajo, caballero, qué cabellera de oro!),

se marea, se hegeliza, se newtoniza,

y pasamos por donde Maimónides y Hesíodo

y pone todavía más cara de estúpida

cuando Alejandro Dumas, Poe y Molière y los cines cercanos!

Malditilla, malditita, putilla camionera,

vergüenza seas para las anchas avenidas

que son Horacio, Homero y, caray (aguas, aguas), Ejército Nacional.

Rozadora, pescadora en el río revuelto

de las horas febriles; ladrona de mi mala suerte,

abyecta cómplice del «dos de bastos», hembra de los flancos

como agua endemoniada;

cachondísima hasta la parada en seco

del autobús de la Muerte.

Alabada seas, bandida de mi lerda conmiseración.

Escorpiona te llamas, Cancerita, Cangreja,

amada hasta la terminal, hasta el infinito trasero

que me despertó imbecilizado en el boulevard

¡Miguel de Cervantes Saavedra y demás clásicos!

Porque luego de tus acuciosos frotamientos

y que cada quien llegó a donde quiso llegar

(para eso estamos y vivimos en un país libre)

hube de regresar al lugar del crimen

(así llamo a mi arruinado departamento de Lope de Vega),

y pues me vine, sí, me vine lo más pronto posible

en medio de una estruendosa rechifla celestial.

 

Adoro tu nalga derecha, tu pantorilla izquierda,

tus muslos enteritos, lo adivinable y calientito, tus pechitos pachones

y tu indigno, antideportivo comportamiento.

Que te asalten, te roben, burlen, violen,

Nariz de Colibrí, Doncella Serpentina,

Suripantita de Oro, Cabellitos de Elote,

porque te amo y alabo desde lo alto de mi aguda marchitez.

 

Hoy debo dormir como un bendito

y despertar clamando en el desierto de la ciudad

donde el Juárez-Loreto que algún día compraré

me espera, como un palacio espera, adormilado,

a su viejo-príncipe-poeta

soberbiamente idiota.

 

22 de octubre de 1970