Del marabú y otras hierbas alucinógenas.
Bien lo recuerdo: – y lo recordarán aquellos que conmigo
comparten generación, lugar de nacimiento y crecimiento – en nuestros tiempos de
“pionero” se entonaba como un cántico medio místico, acaso nostálgico, acaso
como una letanía interminable, esta porquería que aquí reproduzco: Yo quisiera ser como él: yo
quisiera ser, yo
quisiera ser, como
él, como él, Yo
podría ser, yo
podría ser, como
él, como él. Yo
tendré que ser, yo
tendré que ser, como
él, como él, ¿Cómo
quién? ¿Cómo
quién? Como el
Ché. Como el
Ché. Como el Ché..
Niño al fin, disco duro semivacío al fin, uno casi terminaba llorando cuando el
último “gallo” asomaba en la garganta. Y es que al tono melancólico de la cantaleta
le agregábamos, por efecto evocativo, (lo mismo que hoy al Combo hamburguesa-papas
fritas, el vaso de refresco) el prontuario de idílicas referencias que sobre
Ernesto Ché Guevara desparramaba (y desparrama) sobre la impermeable geografía isleña,
“el aparato”. Aquello era soltar la enjundia ideológica como quien suelta el
sudor hasta los tuétanos arando la tierra; labor esta que por cierto, va
quedando allí en desuso frente al avance irrevocable de la tecnología del
parásito. El bombardeo ideológico no fue estéril. Los cráteres que dejó convirtieron (con el perdón de T.S.Eliot) en tierra baldía, en solar habanero, no solo la corteza cerebral de alguno que otro entre aquellos que alguna vez fuimos párvulos isleños, sino también la mollera de quienes puertas afuera, por fatum-genoma propenden a la adicción malsana y a
estas alturas de humanidad se les hace difícil tapar esos boquetes por los que
cabe cualquier cosa menos la realidad.
P.D: mi memoria no llega hasta el recuerdo
literal del canto místico que aquí reproduje. Cualquier cosa seré, menos
masoquista. Este enlace, que recomiendo, me sirvió de sustento.
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