Hoy: huelga, y después, lo habitual: juerga.
Tengo la impresión de
que es tanto el relajo aquí, que si algún día se me ocurre cagarme en la puerta de
la casa de la presidenta de la república, sin mayores contratiempos podré
hacerlo. Y si alguien me lo impidiera, pues lo demando por violar mi libertad
de expresión de la cintura para abajo. Y es que la libertad puede degenerar en libertinaje
allí (aquí) donde la tolerancia se convierte en desparpajo. ¿Habrá otro lugar
en el universo donde un grupo de trabajadores, digamos los del Instituto
Costarricense de Electricidad (ICE), tome por asalto un par de peajes de
entrada y salida a la capital de un país, en una de las autopistas más
importantes de la zona (Ruta 27: San José-Puerto Caldera), para presionar a
vaya usted a saber con qué propósito a qué organismo o funcionario de qué
ministerio, e impida soberanamente con tan irresponsable acción y sin aviso previo,
además, la entrada o salida de la capital del país para aquellos que utilizan
dicha autopista en el momento del cabrón reclamo, provocando un estancamiento
vehicular ¡de 3 horas! que implica a miles de vehículos y personas completamente
ajenas a sus demandas? Y todo ello, ante la vista y paciencia de la policía de
carreteras, de la policía montada, a pie, en goletas y batiscafos, de la
policía a secas, sin otro sustantivo ni adjetivo y por suerte, pero de la mala,
a vista y paciencia de un servidor. Salí hace más de 6 años de un país en el
que el tono de la voz solo puede rebasar los decibeles del cuchicheo para
hablar de beisbol o soltar el doble nueve en el dominó, y las huelgas se ven por televisión, en diferido y a miles de kilómetros del archipiélago porque sacar la lengua más allá
de la punta de la nariz implica que probablemente usted, de ser varón, no podrá
volver a pasarla en años por las regiones más erógenas de una mujer, y viceversa.
Ahora vivo en otro país, donde la libertad rebasa cualquier libreto mental. Y
es obvio que me siento bien acá, donde digo y desdigo a mi antojo, donde puedo
ir tan lejos como pueda llevarme mi bolsillo, donde el hambre es palabra
exótica y la miseria se ve pero no me toca. Pero asere, mae!, ¡que el relajo sea con orden!, hay que ponerse duro cuando toque,
que no solo de lengua vive la especie.
P:D: en las fotos, un tramo de la Ruta 27, a la altura de Guachipelín de Escazú, y la huelga de hoy, en uno de los peajes.
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