De empellones y otros vericuetos de la ciencia.
La Asociación de Profesores de Segunda Enseñanza (APSE) convocó para ayer
jueves a una huelga sindical en contra del gobierno. La protesta paralizó al
95% d los Colegios Públicos y provocó un tremendo congestionamiento y desorden vial
en varias avenidas de San José. En otras provincias hubo manifestaciones
similares y a la misma hora, convocadas también por la APSE. Por miles se
contaron los denunciantes de cualquier cosa. Y es moda magisterial en este país
ser un retórico y convencido militante de izquierdas. Así es que por miles
debieron cuantificarse los siniestros socialistas protestantes. La policía montada
y de tránsito colaboró en lo que pudo para que fuera la marcha lo más fluida
posible. ¡La policía! El Ministerio de Educación, el Ministerio de Hacienda y
el edificio de los Tribunales de Justicia, donde radica la Fiscalía general de
la República, recibieron los ramalazos de los huelguistas. Decir que no hubo un
solo herido sería cuestionar el espíritu democrático de este país porque no
hubo ni siquiera un lesionado por tropezón imprevisto. Retenidos hubo dos. Una pareja de lesbianas que no tenían dinero suficiente para pagar las hamburguesas que
pidieron en un establecimiento de Mc Donald´s cuando el hambre apretó. En una artesanal
gigantografía elaborada por los paseantes podía leerse: “Renuncie carebarro o
la cosa se le va a poner más peluda”. El aludido era Leonardo Garnier, Ministro
de Educación. Carebarro es el equivalente local al descarado, al cara e´palo
cubano. ¿Cuántas huelgas de este tipo podría convocar en Cuba ¡el emporio de
los zurdos! este ejército de izquierda? ¿Cuál de ellos podría esgrimir
tranquilamente, allá en la ínsula, un cartel, una pancarta con semejante
leyenda? Cero, nulo, ninguno. Y no es que en la Cuba de hoy – el hoy en Cuba se
cuenta por décadas, cincuenta y tres años, para abundar en detalles – falten motivos para hacer una huelga de
este perfil más otros. Es que el número de empellones, golpes y trancazos que en su cabeza y regiones aleatorias recibiría
cada uno de los manifestantes y el número de años que después, ya en prisión, podrirían sus
huesos, sería tan elevado que violentaría los flexibles márgenes de cualquier ecuación
matemática. Y no hay país que camine sin matemáticas. Por tanto, en Cuba las
cosas marchan mejor que aquí porque no se corren riesgos con desvaríos
intelectuales que puedan estancar el avance de la ciencia.
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