Mein Kampf tropical.
Se engaña quien crea que
las gafas de azulado plástico que adornan la cabeza del tipejo al centro en la
foto, apenas parece que formaran parte de su corteza craneal. Se engaña quien eso
crea porque en esta foto lo que apenas parece termina siendo mucha verdad. La
nariz de caldero abollado sobre tez morena contradice el gesto de su
brazo derecho. Cualquiera diría que el brazo no es suyo porque en su aspaviento
niega a la persona que lo levanta. Pero a pesar de los pesares el brazo se alza.
Enderezando las abolladuras del jarro, algo similar ocurre con el sujeto sin
predicado que, a la izquierda del lector, desfigura la foto. Saltando las
disonancias ideológico-raciales de sus compañeros de reparto, el rostro del mequetrefe
de la derecha nos da la imagen de un tipo que parece haber dejado atrás un
boquete en la cerca perimetral de algún centro especializado en atenciones primarias
a subnormales. Falsea también la impresión del, a estas alturas atónito observador,
el trasfondo del “póster” sobre el que descansan emblemas y caligrafía de
espanto. Lo que hay detrás de los trazos camuflaje parece, mierda es. Si la
bandera tuviera piernas saldría corriendo de ahí.
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