miércoles, 18 de abril de 2012

Mein Kampf tropical



Mein Kampf tropical.

 Rememorando – con respeto – el punch de knockout  que representa la descripción que sobre el grabado La crucifixión – atribuido a Durero – hizo José Saramago en el primer capítulo de El evangelio según Jesucristo; tomando en cuenta además que, la mejor manera de “hablar” sobre posición ideológica de un ente local -y hierbas colaterales- que más que al imberbe se acerca al invertebrado, es tirándolo todo a mierda, me tomo el descarado de tomar como rehén la foto que encima de estas líneas ven, para imitar el descriptivo procedimiento que utilizó el portugués en el comienzo de su novela.
Se engaña quien crea que las gafas de azulado plástico que adornan la cabeza del tipejo al centro en la foto, apenas parece que formaran parte de su corteza craneal. Se engaña quien eso crea porque en esta foto lo que apenas parece termina siendo mucha verdad. La nariz de caldero abollado sobre tez morena contradice el gesto de su brazo derecho. Cualquiera diría que el brazo no es suyo porque en su aspaviento niega a la persona que lo levanta. Pero a pesar de los pesares el brazo se alza. Enderezando las abolladuras del jarro, algo similar ocurre con el sujeto sin predicado que, a la izquierda del lector, desfigura la foto. Saltando las disonancias ideológico-raciales de sus compañeros de reparto, el rostro del mequetrefe de la derecha nos da la imagen de un tipo que parece haber dejado atrás un boquete en la cerca perimetral de algún centro especializado en atenciones primarias a subnormales. Falsea también la impresión del, a estas alturas atónito observador, el trasfondo del “póster” sobre el que descansan emblemas y caligrafía de espanto. Lo que hay detrás de los trazos camuflaje parece, mierda es. Si la bandera tuviera piernas saldría corriendo de ahí.

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