jueves, 14 de junio de 2012

La Trocha mocha



La Trocha mocha.
          Cuando Costa Rica comenzó la de/construcción de la trocha fronteriza paralela al río San Juan, Nicaragua, argumentando que la Trocha destrochaba el ecosistema local, soltó el grito y lo puso en el cielo. En primera instancia, todos en este lado de la ribera fluvial pensamos que el aspaviento de los pinoleros más que evidencias de desastre ecológico exponía la evidencia del desastre económico, la impotencia y la envidia de aquellos que viven en la rivera opuesta del río. Quizá algo de eso hay, pero el tiempo pasó, pasó un pájaro por el torrente a veces turbio, a veces claro del río San Juan, y otras duras, blandujas, pestilentes verdades se destaparon en la cloaca de los dimes y diretes binacionales. Lo que nació y creció – para los que vivimos a este lado del chorro de agua – como síntoma de pujanza y desarrollo económico nacional, termina siendo una vergüenza pública. Nicaragua tenía razón. La lengua de lastre que partió en dos mitades la zona selvática donde se trazó, increíblemente no contó con un estudio previo sobre posible impacto ambiental, y las secuelas del despelote fronterizo en el ecosistema son más grandes que los lunares de la Luna. Más de la mitad de la tronera de billetes que invirtió el gobierno en ese proyecto se evaporó como charco de agua en tórrido verano sin acercarse a la mocha trocha ni por óptico efecto de catalejo. Una lección de Perogrullo nos ha dejado este revolico: no siempre la verdad es la nuestra.   

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