Dos novelas de Ernesto Sabato.
No siempre un nombre alcanza para llenar las expectativas. Hace unos cuatro o cinco años leí El túnel, novela del finado Ernesto Sábato, alabada hasta el asco por la crítica literaria. Me gustó a medias ese hálito de sordidez y la atmósfera desquiciante en que se mueve el personaje protagónico y por tanto, la novela. Y es que historia que contar había poca allí, porque El túnel es novela de introspección psicológica. Me pareció más un manual sobre actitudes erróneas, para estudiantes de psiquiatría, que un asunto literario. No obstante, criterios de la novela puede haber tantos como lectores haya tenido. El asunto es que tratando de llegar a un juicio más ajustado al canon, ahora leyenda, me atreví con una segunda novela de Ernesto Sábato: Sobre héroes y tumbas. Pero lejos de torcer el ángulo de enfoque, lo único que conseguí fue reforzarlo. Sobre héroes y tumbas es más de lo mismo que ya conocía desde El túnel. Solo que al tostadero de cerebros se le agrega en esta faena el ingrediente femenil. Eso fue toda la novedad. Novela espesa, reconcentrada, metatrancosa, Sobre héroes y tumbas es ese libro que se nos vuelve interminable entre las manos porque no vemos ni en la distancia la feliz hora de terminarlo. Quizá en contra de Sobre héroes y tumbas gravitó la lectura que le precedió: La guerra del fin del Mundo, de Mario Vargas Llosa, lo mejor que en palabras he consumido en años. Tal vez es más fácil concebir dos rascacielos, uno al lado del otro, en una misma calle de Chicago o de Nueva York, que en una mente humana.
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