miércoles, 24 de junio de 2009




El Clon

En Costa Rica hay un guagüero (chofer de autobuses, para los lectores no nativos) que es el clon centroamericano del actor cubano Fernando Chavarría. A punto estuve de saludarlo hace un par de días con un abrazo injustificado que por poco me cuesta la vida. De poco valió que rebobinara el casete justo en el último microsegundo porque mi brazo izquierdo extendido cuan largo y flaco es, ya casi abracaba la espalda del guagüero en su puesto de trabajo. Coño, el Ferna no sabe manejar guaguas, y “hace una pila de días” me escribió para decirme que salía a cubrir un compromiso de trabajo en España. Por la mirada suplicante del guagüero ante mi gesto inusual, supe que daba inicio al trance mediante el cual los homo sapiens sapiens se entregan a la voluntad de su deidad favorita. Las 2 palabras que escupió sobre mi mejilla izquierda un pasajero sentado justo detrás del clon, fueron el detonante de la mayor gritería recogida en informe alguno según los anales de la ruta tica Santa Ana – San José: ¡! un asalto ¡! Cuando extravié la mirada para ver al tipo que ladraba en mi cara, altruista el driver, se la jugó accionando un botón que facilitó la entrada de aire fresco al autobús, a la vez que permitía la salida tumultuaria de los pasajeros por la puerta trasera, heroicamente abierta, recalco, por el empuje del dedo temerario del clon. Mi sonrisa de equivoco se interpretó como sadismo culinario: al tipo que dio la voz de alarma le faltaba un pedazo de la oreja derecha y el error genético fue atribuido a mis peripecias mandibulares. ¡! Le mordió una oreja al tipo aquel ¡!, bramó un atribulado pasajero. El muengo se desinfló después del grito, y arrebujado en el asiento se encomendaba con frenesí, lo mismo que el clon con 2 segundos de ventaja, a los ignotos designios supra terrenales y suprarrenales de la religión y el cuerpo. La billetera, todo el tiempo en mí mano izquierda, fue interpretada como un paquetico de explosivo C4 y los últimos en la maraña del despelote decidieron tirarse al piso ante la inminencia de la explosión y la imposibilidad de llegar a tiempo a la puerta trasera del autobús. Aunque vestido con jeans, sandalias, gorra tejida, tatuajes al uso y camiseta; la barba estilo Bin Laden me estigmatizó. ¡! Un terrorista ¡!, chilló una vieja sin dientes justo antes de salir impelida como una bala de cañón medieval por la retaguardia (del autobús). No sería una Magnum 44, pero la pistola que sostenía con ambas manos el policía parado en plena calle frente al autobús – un minuto después de aquel gesto primigenio y fatal de mi brazo izquierdo – le metía miedo al susto. Si añadimos al dato que el pedazo de hierro apuntaba directo a mi cabeza, el asunto ya comienza a tomar ribetes dramáticos. (PAUSA AQUÍ: hoy vengo con un carretón de frases hechas”, pienso mientras escribo). A los 2 minutos de los pasajeros solo quedaba el peor recuerdo. Los que se habían tirado al suelo para morir como se debe – en postura horizontal – se arrastraron como culebras de campo hasta salir del bus y el muengo saltó con calificación de excelente, en clavado olímpico por la ventanilla. El clon temblaba como cuerda de guitarra, como margarita sometida a los embates de un viento platanero y tras pasar a la carrera por el Génesis, el Éxodo, Levíticos y Números, Ezequiel y Zacarías, se acercaba a paso firme a los linderos del Nuevo Testamento. De mi boca no salía palabra alguna, del asombro pasé a la incredulidad. A los 3 minutos el cerco policial semejaba un coro de niños en torno a la piñata. A los 5 minutos llegó el Negociador. Mateo, Romanos y los 2 Corintios en boca del clon. Tomando en cuenta que yo no había pedido ni un quilo prieto x la cabeza del guagüero, y que mis arcas están pidiendo un palo de escoba y un trapeador desde hace varios meses, 20 000 dólares es un número bonito. Techo firme el de aquel bus para soportar el peso de un helicóptero sin amilanarse, y aquí estoy yo, bandolero en fuga desde hace 2 días, sentado sobre la bolsa de billetes, laptop en mano dentro de la cueva, imprimiendo en página virtual el más auténtico testimonio de los acontecimientos, porque se que a CNN llegará, cuando me agarren, completamente desvirtuado el hecho.

sábado, 20 de junio de 2009




Consulta

¿Por qué acaricio una vulva cuando tengo deseos de aniquilarme frente a la página en blanco? ¿Cuál de las tantas recomendaciones suelo tomar en cuenta después de la consulta? Supongo que algo ofrezco, que de vez en cuando despejo más incógnitas de las que debo, que entre las brumas reconozco el rumbo, que mantengo el paso, que no cedo, que soy fuerte, que todo cuanto hago y digo me identifica, que miro el rostro que llevo y reconozco la apariencia. Pero, ¿qué puedo hacer si miro el rostro que llevo y no me reconozco en la apariencia, si todo cuanto hago y digo me resulta ajeno, si no soy fuerte, si flaqueo, si pierdo el paso con frecuencia, y a estas alturas de vida todavía no se cual es mi rumbo? Supongo que algo se espera de mí, que voy dejando más dudas que respuestas. ¿Qué voy a hacer con las recomendaciones cuando no pido consultas? ¿Por qué debo escribir cuando tengo deseos de acariciar una vulva? ¿Qué soy para quien? ¿Por qué duele distinto cada día? ¿Qué razón de peso romperá la báscula? ¿Qué datos lleva mi reporte de ganancias? ¿Que voy a hacer sin mi cuando me vaya?

martes, 16 de junio de 2009





Arde Troya…sin Menelao ¡!

Cristiano Ronaldo, ¿o era Rolando?, el futbolista portugués a quien el dueño del Imperio Merengue acaba de echarle el guante para redondear una nómina que, ultimada con Kaká, intente acaso sacarse el tibor de entre las piernas – hablo de la nómina – y de paso, ponerle una zancadilla al Barca en la próxima temporada de La Liga española de futbol, fue visto y atrapado in fraganti x el lente de los paparazzi, metiendo curda pa´abajo en un lujoso club de Los Ángeles, arropado por la diva de la ignorancia y el mal gusto, el kitsch y la acefalía consuetudinaria aún con los bolsillos chorreando dólares: Misssss Parissssss Hilton. Haciendo burda imitación de Saramago retomo el aliento de aquella descripción detallada de la imagen de Jesús atado al madero, y afeites aleatorios, que rompen el hielo en El evangelio según Jesucristo, para escudriñar en la cosmética de la foto en la que puede verse a Cristiano Rolando – ¿¡el del Cantar?! – ¿o era Ronaldo? comprimiendo el anoréxico brazo izquierdo de Parisss Hilton entre su presumiblemente musculosa espalda recubierta con un pullover del Army y el respaldo del sofá donde ambos comparten la borrachera. En el lugar donde se supone debería estar la nalga derecha de Parisss Hilton, se ha colocado una estrellita colorada – hago énfasis en las espantosas terminaciones en participio con el objeto de aclimatar mejor la escena – para disimular la presencia del hueso que en el caso de Parisss Hilton sustituye lo que en cualquier otra mujer sería una nalga verdadera. El rostro y la postura sedente de Cristiano Rodando ¿o era Rolando? denotan una cercanía envidiable con el perfil psicológico de los subnormales, con énfasis en la p de psicológico para mostrar cierta afectación erudita inexistente. Si usted repara con detenimiento en la ausencia de mirada, la sonrisa y el amaneramiento en la compostura de los brazos del ídolo de Madeira, es probable que renuncie de por vida a seguir cualquier episodio futbolero del Club madrilista. No obstante, hay un gesto, acaso involuntario, del muchachón, en el que más que rozar o acariciar ligeramente a Parisss con el dorso de su mano izquierda, parece q la empuja con la intención de poner tierra de por medio entre ambos, y es tal vez ese gesto el que le salve del ostracismo el día del Juicio Final. El pellizco que Parisss coloca, como al descuido, con su mano derecha, en la zona exterior del tieso muslo derecho del ex Manchester United, no debe sorprender a nadie; porque la cuerda oscura atada a su cabeza – la de la Hilton – como anillo de Saturno, rememora las batidas tribales de los indios Pueblo y los Cherokee – emparentados con la Hilton sobre todo en su manera de hablar “a lo indio” – y dicha cinta en el güiro de la Bratz es la pública señal de que es noche de juerga, la chiquilla sale de cacería, y después de la 3ra copa ya lo mismo le da empatarse con el Crisantemo o con El león de la Metro. El pulso metálico en su muñeca derecha – la de la Barbie recargable – es un ardid, digamos de tipo lumínico, para atraer a la presa, y a la prensa, con la única pero brillante triquiñuela que domina el cerebro de la diva de la nariz jorobeteada: la triquiñuela del resplandor de las candilejas. El risueño leopardo con peluca y disfrazado de gente que les acompaña – a la izquierda en la foto –, sostiene un consolador de baterías de litio con las uñas de su garra delantera izquierda dentro del bolso; el aparato sexual no se ve, ni siquiera se ve la garra, pero sale por deducción. Las copas sobre la mesita no son de bacará, pero tienen su cosa: las hicieron con los cristales de la oficina R-43 del piso 102 del Edificio Norte de las Torres Gemelas. Y es obvio que la curda dentro de los receptáculos es Bacardí añejo 20 años. El puño izquierdo cerrado, con reloj incluido, que aparece justo en el borde derecho de la foto, es puro trucaje: pertenece a una instantánea sacada de la pelea de Muhammad Alí vs George Foreman en Kinshasa, en el ya distante 1974. El brazo enclenque, también a la derecha en la foto, pegado al borde superior, se dedica a masturbar algo que no logro definir porque la instantánea ha sido deliberadamente desenfocada con el propósito de mantener en pie al menos ese raquítico enigma.

sábado, 13 de junio de 2009






Mi nombre es un catálogo de nombres.

Camino sobre huesos que recubren su abandono, su miserable, impúdico abandono, con el abrazo firme de la tierra. Camino sobre el pasado que seré. Atravieso la estela de quienes ya no están y no reconozco los aromas del humus, pero me hiere el olor a recuerdos, la imagen subitánea, la familiaridad con lugares desconocidos. Con frecuencia pierdo el paso, lo recupero con burlas al tiempo: le decapito intervalos, me entrego al ocio zen en plena vorágine. Retador, indolente, dejo a medias capítulos de vida con la esperanza de retomarlos nunca, y no obstante, se que la victoria final no será mía. Tolero la premura del cuerpo, pero le ofrezco un lapso a vivir porque la muerte se encargará de liquidar la escaramuza: a destiempo y sin maquillaje la parca llegará al convite para aguar la fiesta. Camino, los pies sobre la horma de otros pasos, mis pasos la horma de otra huella: efecto dominó, sucesión de estaciones, sucesión de fragilidades. Relación de nimiedades, pompa de jabón: no hay fórmulas de permanencia ni algoritmo que salve la burbuja. Estar aquí es sinónimo de estar ahora. Camino, atravieso la estela de quienes ya no están, el sendero de fantasmas que recubren su miserable, impúdico abandono, con el abrazo firme de la tierra. Reconozco mi faz en un cráneo ajeno, en un beso francés, en la lluvia que mitiga el polvo que también seré, en un vientre materno, en la cresta de una ola que acaricia el viento, en un niño. Mi nombre es un catálogo de nombres.(1)

(1) Carlos Augusto Alfonso.