Vene/zuela/nas.
Tomando en cuenta que
Nicolás el plátano Maduro tenía a su favor el impulso inercial que le dejó el aleteo,
el trino y el picoteo del pajarito sobre su ya familiar anatomía de musácea, tomando
en cuenta además que un batallón de decenas de miles de cubanos de aquellos que
al diablo venden el alma, las nalgas, a cambio de cuatro pesetas cuando no a
cambio de 4 miserables calderos de cocina, se dedicaron durante días, meses,
años, a hacer metástasis por la geografía venezolana con el único, infame, servil
propósito de servir al “aparato” oficial venezolano de comisarios políticos de
barrio y barricada; esa victoria dudosa y pírrica – por diferencia de menos de
un punto porcentual – del banano con apellido comestible, más que victoria, derrota
fue.