jueves, 30 de agosto de 2012

Los espejos, la cópula, la extensión literaria de la vida.


 
Los espejos, la cópula, la extensión literaria de la vida.
            En 1935 Bioy Cáceres y J.L. Borges conversaban, a altas horas de la noche, en el comedor de una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía, Buenos Aires. Un espejo enorme, inoportuno, se abalanzaba sobre ellos duplicando la escena desde una de las paredes. Entre ellos, comentaron que los espejos tenían algo de monstruosos. Bioy Cáceres recordó que en un artículo de The Anglo-American Cyclopaedia, se registraba una sentencia atribuida a un heresiarca de Uqbar, que declaraba que los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres. Todo esto es pura ficción, un parto del cerebro efervescente de Borges y aparece en el relato Tlon, Uqbar, Orbis Tertius, publicado en su libro El jardín de senderos que se bifurcan (1941) De todas formas apruebo a medias la referencia que  tramposamente Borges atribuye a Bioy Cáceres. A fin de cuentas la sentencia es solo ficción dentro de la propia literatura. Cuando sale de ahí, por ese puente colgante que se establece entre las páginas de un libro, los ojos, el cerebro; ya forma parte de la realidad. Lo abominable de los espejos es la capacidad que tienen no solo para multiplicar, sino además para envejecer la imagen, el reflejo “físico” de quien a ellos se arrima, aún cuando no le envejezcan todavía a quien se mira, las ganas y facultades para vivir, hacer y deshacer. De la cópula, del hecho en sí – derogando la secuela reproductiva, que tampoco es algo infame – estoy buscando el primer argumento negativo desde mi estreno, hace más de 20 años, en los quehaceres más profundos de la lascivia, y créanme, no lo encuentro.

martes, 28 de agosto de 2012

De la mierda que se secó sobre los folios de una Constitución.


 
De la mierda que se secó sobre los folios de una
Constitución.

                                       En el barrio, a los retoños de la izquierda sin dientes.

         Todavía quedan restos de humedad en los ojos de aquellos que retienen el mal paso de la revolución cubana como el camino al futuro, a la utopía de Tomas Moro. Todavía quedan vestigios de arrumacos espirituales con asidero firme en el corazón y pajas mentales siempre listas a eyacular una alabanza insostenible, en la garganta de quienes se empeñan en defender lo que no admite – ni de oficio – defensa. La revolución cubana se traicionó a si misma cuando apenas comenzaba a ser revolución. Fidel Castro no esperó mucho tiempo para desmontarla. Un par de años duró el invento. Para 1961 ya la mierda se endurecía sobre los folios de la Constitución de 1940. Para ese entonces Cuba no era más que un satélite terrícola de otro engendro: la Unión Soviética. Cuando la URSS se desintegró, el calvario cubano hizo una metástasis irreversible y ni esperanza de cura se ve en lontananza. Es decir que se perdieron 30 años chupando teta, la maloliente de una vaca que terminó pateando al ternero. Y de ahí para acá, chupando huesos. En otro momento, ahí llegaremos. En 1958 las cinco ciudades más activas del mundo, las imprescindibles, puntos de referencia obligatorios por sus niveles de crecimiento económico, demográfico, social, por la intensa vida cultural, dinamismo y número creciente de población flotante, eran éstas: Nueva York, Londres, París, Buenos Aires y La Habana. No lo digo yo, lo dicen los datos estadísticos de la ONU para el año 1958. Por aquel entonces casi toda la América Latina era una sola: una sola aldea multiplicada. Cuba, con todo y sus miserias – ¿Dónde no la había? ¿Dónde no la hay? –, ya era otra cosa; y su capital, la ciudad más bella, próspera, civilizada y funcional de latinoamérica. ¿Qué La Habana era el cuartel general de la Cosa Nostra? ¿Que las putas abundaban? Bien ¿y qué? 52 años después una Habana pobre, derruida, lastimera, es el cuartel general de una mafia nacional que secuestró al país en 1959 y todavía no lo devuelve. Y de putas no hablemos porque el acápite da para enciclopedia. Es tan largo el encierro allí, que en algunos ya florece el Síndrome de Estocolmo. Pero aun así, Cuba es el país que tiene en este planeta el mayor número – en porciento – de nacionales en la diáspora: de casi 15 millones que somos, 3 millones vivimos veril afuera !casi un 25% de cubanos vive fuera de Cuba! y la cifra sigue creciendo, es una hemorragia sin control aun con las carcelarias condiciones de movimiento que la dictadura impone. Los tiburones del Estrecho de Florida padecen interminables males estomacales por empachos con cubanos. La población laboralmente activa decrece a paso firme. Cualquiera que, sin serlo, se sienta joven, quiere abandonar el arrecife. No queda una sola de las libertades civiles que no haya sido, literalmente, pisoteada. La descomposición moral alcanza cotas inimaginables para el ojo que allí aterrice desde otra orilla; y avanza, incontenible, a la conquista del porvenir . La educación y salud públicas son apenas un recuerdo viejo de lo que fueron; de lo que fueron incluso antes de la revolución. La fotografía que encabeza este post fue tomada en la Cuba de hoy, es decir cualquier día entre el 1ro de enero de 1959 y el 28 de agosto de 2012. Todo está dicho ahí, se explica sola.

domingo, 26 de agosto de 2012

Los vericuetos de la vida y los caminos cerebrales.

Los vericuetos de la vida y los caminos cerebrales.
          
            Los vericuetos cerebrales son a veces inescrutables. Lo mismo pasa con los caminos de la vida. Entre noviembre de 2006 y abril de 2007 viví en Venezuela. Eventualmente iba a Caracas, pero los llanos venezolanos, que casi por ley escrita se tragan sin pausa ni piedad toda la luz del día, me retuvieron en su caldera de vapor durante cinco meses. Los tugurios con pretensiones y ambiciones de bar y barra proliferaban en Barinas – suroeste venezolano – más que los males estomacales, sobre todo en El Cambio; la barriada donde viví, medio pistolera, medio marginal, pero también, a qué negarlo, hospitalaria.  Alguna noche de habitual canícula estuve en alguno de aquellos bares a la intemperie. No disponía ni de mísero quilo prieto, siempre era el gordo Rolando – otro cubano, ya con dos años en Venezuela por aquel entonces, y hoy viviendo en los EE.UU – quien me invitaba. Si la cerveza era apenas un jugo de levadura la música era peor. La melodía (es por decir algo) de las llaneras no daba tregua ni de día ni de noche en aquellas mesas con luna sin toldo hasta el amanecer. Taponarse los oídos con algodón no servía de mucho. Y no obstante, ya fuera por la nostalgia, por lo mal que marchaba todo en aquel momento, por el oceánico abandono en el que me sentía, o solo porque sí, porque se emparentaba con mi oreja, el caso es que entre todas aquellas monotemáticas, monorrítmicas, insípidas, detestables canciones llaneras, hubo una que me agradó, y todavía escucharla me resulta nostálgicamente reconfortante. No es que me atreva a clickear sobre el tema, no es que recurra a él para darle una caricia a la guataca, pero no experimento aversión cuando llega, como susurro en sordina, desde algún lugar. Hace unos quince años un poeta cubano – hoy en Miami – me confesó casi con vergüenza, casi con dolor, que le gustaba la música de José Feliciano. Si el corazón toma caminos que la razón no entiende (Descartes), en el acápite sonoro será porque la oreja se desvía en ocasiones por vericuetos cerebrales que son a veces inescrutables. Digo yo.
 
 

jueves, 23 de agosto de 2012

Tomografía de una foto de familia.


 
Tomografía de una foto de familia.
          Retomemos la impronta de José Saramago, su inmejorable descripción del grabado de Durero – La Crucifixión – que abre el pórtico de la gloria a su novela El evangelio según Jesucristo. De vez en cuando aparece algún que otro espécimen visual que nos anima a hacerlo, y hoy motivos no faltan para atrevernos a tanto porque esta foto, ¡oye!, ¡da para hablar! Basta con reparar en la atmósfera enrarecida, grisácea, contradictoria que escapa de los rostros que la desaniman. Basta con la tembladera, la inconsistencia mental que se refleja hasta en la sinuosa miseria del techo de lo que, deduzco, será un cuartel militar. Y ya que estamos en esto, desenterremos en los tejidos y los cortes textiles de esta family modelo del cuarto mundo, la nostalgia por la muerte de la moda de los años setenta. El artefacto vestido de uniforme, a la derecha en la foto, es un travesti consuetudinario, una loca de carroza, una mata de marihuana envuelta en tela, una marimba vertical, una nube, una malformación congénita, cualquier cosa menos el hombre de Neanderthal que aparenta ser. Las dos mujeres al centro, en escalón inferior, revelan tres cosas al mismo tiempo: pocas ganas de vivir, pavor y como consecuencia de ello unos deseos de cagar que ya se vuelven irreprimibles. La peste a mierda las delata. Las mujeres que aparecen en escalón superior, escoltando al soberano, son las únicas female bisexuales reconocidas por el gobierno de Korea del Norte, reconocidas en foto, quiero decir. Aquello que se ve pegado a la oreja izquierda del Máximo Líder es una maraca con motivo asiático en el dibujo de su notablemente convexa superficie. Cualquiera de los cuatro futuros infelices que sostiene “la familia” en brazos pudo haber hecho el dibujo en la maraca, diablura que ninguno se atreverá a revelar porque ya vieron caer abatido por una descarga de fusilería a un quinto niño que se atrevió a orinarse en los pantalones. El pequeñín de rostro anónimo sostiene la maraca con su bracito izquierdo. El corte de cabello de Kim Jong Un – Máximo Líder, no olvidemos el etéreo detalle – es norteamericano, el sobretodo es un Chesterfield londinense, su dentadura es postiza, su verdad también.  

lunes, 20 de agosto de 2012

Dándole de comer a la oreja.


Dándole de comer a la oreja.
            Cuando a comienzos de los años 90 del pasado siglo, Nirvana, Alice in Chains, Temple of the dog becoming Pearl Jam y Sound Garden, y otra decena de bandas de rock alternativo saltaron de las tarimas de barrio al éter de las grandes cadenas radiales, las mega revistas musicales, la tele y el despelote de las muchedumbres, los locazos californianos de Faith no More ya habían pegado un tema que con los años se convertiría en referencia de culto para la oreja de los adictos al alternativo: Epic. Pero la cosa no quedó en el punto de ruptura, evolución y no retorno que musicalmente marcó la canción porque la facha de los muchachos de San Francisco también se adelantó en el tiempo: la textil cobertura que se “engancharon” para el clip de Epic se convirtió en canon de armario y escenario del movimiento grunge. Acá cuelgo el tema de Faith no More y otro de Crazy Town – facturado una década después – su medio famélica verbal Butterfly pero que al menos a mí me suena riquísima con su hedónico come my lady you're my pretty baby ill make your legs shake you make me go crazy.