A finales de los 80 y comienzos de los 90 la escena punk tuvo un repunte en
Los Ángeles. Era el extremo sur de la balanza que mantenía un precario
equilibrio musical con el grunge que
nacía al otro extremo de la romana, en Seattle. El balanceo sonoro de la costa
pacífica estadounidense terminó por ladear hacia el norte, y el grunge tomó las riendas del forcejeo.
Pero L.A dejó huella memorable: Red Hot Chili Peppers. No es poca cosa lo que al
viejo escocés Brendan Mullen – abono de abedul desde 2009 en paraje
californiano – le deben los Red Hot Chili Peppers: el trampolín para el salto a
la pileta de la fama. Gracias a Brendan Mullen los musicales y picantes ajíes tensaron cuerdas, mostraron su
piel de murales, brincaron, reventaron baterías y cabezas de espectadores en
los más importantes clubes de música Punk de Hollywood y Los Ángeles. En el
disco I´m With You, los R.H.CH.P se reivindican con el
otrora céltico Mullen y en su honor garabatean, tocan y tararean la Brendan's Death Song. Debajo,
el tema.
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