Del oficio de ser cubano.
Según resumen de confesiones
de alcoba, la sonrisa vertical de las mujeres no encuentra buen acotejo en esta
comarca centroamericana. Con tres minutos como promedio de permanencia dentro
de la hembra, meneo nulo, cero cochinadas al oído de la ninfa y estrategia huérfana
de asaltos por la retaguardia no es mucho a lo que se puede aspirar. Digo yo
que será por la estancia en las antípodas del criterio anterior que la gente de
mi tierra sienta cátedra y despierta alabanzas en el quórum femenil de la provincia.
Dígase cubano aquí y se estimularán ipso
facto los deseos de perpetuar la especie. Es muy probable que los machos locales
no estén al tanto del mezquino criterio sexual que acerca de ellos circula como
rumor a gritos entre las mujeres. Sea como fuere, ahí estará siempre el cubanazo en alerta, envuelto en esa cabroná isleña que le permitirá ganar
los créditos necesarios para lanzarse al abordaje, sabedor de que su estilo y
mañas amatorias lo encumbrarán. Su falópeda inspiración, metafísica mediante, le
ayudará a desfondar a cuanta ninfa a tiro de cañón de retrocarga se ponga. Para
evitar el estruendo de la caída, que se agarren de la brocha – si pueden – los
contendientes locales, porque hace rato que los cubanos les quitaron la
escalera.
Mirá pana por experinica propia se muy pero muy bien, que lo mejor de los machos cubanos son sus extra large pene, sí es cierto saber como coger y bien rico, lástima que no saben amar a una buena hembra por que es ahí que se les hace extra small el pene...
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