jueves, 7 de julio de 2011




Al mediodía con Lore.

Ayer al mediodía, como de costumbre, Lore se sentó a dibujar con tal embeleso y concentración que daba la impresión que le iba la vida en ello. Fue un dibujo austero, infantil, diría yo que clásico para una niña de su edad y presiento que pintora no será. Pero la magnitud del acontecimiento no estuvo en su pueril diseño floral, estuvo en las preguntas que después, en ráfaga, me soltó: ¿Papi, este dibujo pudiera ser superior a El grito, de Munch? ¿Cuál de los dos es más disfrutable? ¿Cuál de los dos es mejor? ¿Por qué si aquel es eterno, el mío no? Mi hija disfruta de los placeres estéticos y muestra una sensibilidad, una capacidad de arrobo frente a cualquier expresión artística, creo yo que poco común para su edad. Se interesa por las historias sobre la vida y obra de escritores, pintores, cineastas, músicos, fotógrafos, escultores. Le gusta ir a Wendy´s, a comer pizzas y a tomar helados de chocolate, pero también le gusta visitar museos. Ya leyó una versión, para jóvenes, de El Quijote. Escribe cuentos, relatos coherentes con inusual riqueza de lenguaje. No es un freak, un suceso paranormal, ni un genio de último minuto. Juega con sus muñecas y amigas, ve las películas para niños y de vez en cuando lee las traducciones en subtítulos de las que ven los adultos. Desarrolla tramas orales con notable capacidad como ventrílocuo sin perder el hilo de sus ficciones, y algo muy importante: conserva la necesaria ingenuidad que debe tener a sus brevísimos ocho años de vida. Sé que cualquier cosa puede suceder, que mi hija apenas comienza a descubrir y describir el mundo y quizá termine vendiendo tiquetes de entrada para llenar estadios en partidos de futbol. De ser así, si algo puedo pedir para ella, será que lo disfrute. No obstante, por la ruta que la veo desplazarse, presiento que cierta consternación existencial que ya la habita comenzará a insinuarse con mayor fuerza en algún momento no lejano, y de ser así, espero que sepa encaminarla y aprovecharla a su favor. Si las huellas y palpitaciones de su pensamiento y del músculo que late en su costadito izquierdo la mantienen sobre el derrotero por el que trepa hoy, ojalá logre mi Lore llegar hasta la plenitud de su intelecto y exteriorizarlo de creativa manera aunque la felicidad aparezca, si acaso, como una duda razonable.


P.D: en las imágenes: el dibujo de mi hija y El grito, de Edvard Munch.

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