Muñecón de carnaval / Mascarón
de proa.
Si las fiestas populares
de La Habana fueran lo que fueron, los Guaracheros de Regla reclamarían a la
República de Nicaragua la potestad sobre el artilugio (mitad cárnico, mitad textiles)
que plásticamente encabeza estas líneas. Sería el Muñecón utópico de Carnaval, el monigote soñado
durante décadas por los fundadores de la comparsa reglana, el estandarte ideal
para abrir, delante de ellos, a ritmo de conga, la trocha del Malecón habanero. Pero
aquel holgorio de carrozas, carne de cerdo asada, urea sobre asfalto,
dotaciones a la intemperie y brillo de chavetas ya pasó a los anaqueles donde
se empolvan, en la lánguida antilla, los libros de historia. Por tanto, reclamación e intento de
extradición no habrá. Más allá de una ofensa constante – envuelta en trapos por
tropos – a la poesía, es decir más allá de los cientos y cientos de lugares comunes resumidos en esta caterva de suspiros que brotan de sus aguerridas sienes y se eternizan en su frente ardiente, Rosario Murillo será el eterno Mascarón de proa de la canoa sandinista.