sábado, 25 de julio de 2015



         Él solía tirar la bola para el home como pocos saben hacerlo. Mi criterio del tiempo comprimido en una cámara al vacío era verlo jugar pelota con el Habana, mi equipo. Cada lanzamiento suyo era una obra de arte en proceso, un performance. Por algo tiene el record de más juegos ganados en una Serie Nacional de Beisbol (20), allá en Cuba. En promedio perdía un juego (casi siempre apretado) después de haber ganado 5 o 6 consecutivos. Por eso el cuento El día que perdió José Ibar..., de Francisco García González, es un cuento de ficción, pero al cuadrado. Por algo fue él el pitcher que le pusieron delante, hace ya 15 años, a los Orioles d Baltimore en aquella escaramuza contra un equipo de las Mayores: si el tema era tirar maravillas para "la goma" no podía ser otro el elegido. Para romper las marcas del “Cheo” Ibar tendría que nacer otro como él, algo que sucede – cálculo conservador – cada 100 años. Así es que, por más que le pese a quien le pese, presiento que habrá números suyos para rato en las estadísticas de la pelota cubana. Por algo lo querían también aquí, tirando pelotas para el home plate en Grandes Ligas, asunto que por razones que no hay que mencionar aquí, no pudo ser. Pero igual aquí está, en esta orilla. Ladies and gentleman, esto sí es un ídolo de multitudes: José “Cheo” Ibar.