lunes, 4 de mayo de 2015

Papalote



Papalote
        Leyendo Waiting for Snow in Havana de Carlos Eire, llego hasta aquí, y coño, ese también es mi viejo, pensé, y ese muchacho fui yo, fuimos todos, y por qué y cómo fue que un ególatra de mierda nos arrebató un país que nunca aspiró a ser otra cosa que un papalote casero.   

My father made the niftiest kites out of brightly colored tissue paper. Papel de China, it was called. And balsa wood frames. My dad would slice the balsa wood with a special knife he saved in a special box, cut the paper into all sorts of shapes, arrange the colors in wild patterns, apply glue, tie some string, and presto, a kite would appear. A tail made of thin strips of cloth, tied together in a chain of knots, was the finishing touch. (…)
I especially liked the fighting kites, which had double-edged razor blades embedded in their tails. We would hoist our kites high, far from one another, and then bring them closer and closer and try to cut each others’ strings with the razor blades. Sometimes it worked, but most of the time the kites simply got tangled up and plummeted to the ground. But when a kite actually had its string cut, it was beautiful. It would sort of hang there in the air for an instant, confused by its freedom, and then fly off wherever the wind wanted to take it. Sometimes they landed on the roofs of houses. Sometimes they landed blocks away, or plunged into the turquoise sea. We would cheer and shout, unless of course the damaged kite happened to be our own. I hated to have mine cut, and the sad truth is that I never got to cut anyone else’s. My father didn’t seem to mind this wreckage of his handiwork at all. He seemed to enjoy it.

sábado, 2 de mayo de 2015

Puerto seguro


 
Puerto seguro.

         He dicho que mi problema no fue evitar a Faulkner, sino destruirlo, señaló Gabriel García Márquez en sus conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza, recogidas en el libro El olor de la guayaba. Entre Faulkner, Kafka y Hemingway se redondearon las mayores influencias del colombiano, acaso las mejores. Y por supuesto que no hablaba García Márquez de hacer trizas al ex pintor de brocha gorda, piloto de avionetas de fumigación agrícola, generoso tomador de whisky, y además escritor de peso pesado, sino de zafarse con la mejor reverencia de la influencia de aquel “monstruo” de la Southern Literature. En la mañana del 2 de junio de 1961 mientras Ernest Hemingway se reventaba la cabeza de un escopetazo, en Ketchum, Idaho, tocaba tierra en México D.F Gabriel García Márquez. Unos días después, el 9 de junio, Gabo escribía desde el corazón azteca, en Novedades: Un hombre ha muerto de muerte natural. Para verlo simple, asumía tal vez con esa sentencia el necesario paso de un estado a otro de la materia, sea cual fuere la forma en la que tránsito sucede porque, en definitiva, a Hemingway ya nadie le quitaba lo baila’o. En fin, que el Gabo por norma solía agradecer la impronta de aquellos que lo marcaron. Con otros las cosas no funcionaban así.  T.S. Eliot, por ejemplo, en entrevista con Donald Hall se atrevió a decir que la obra de Ezra Pound era touchingly incompetente. Pretendiendo después poner un tibor donde caía la gotera soltando que that was a bit brash, wasn’t it? Ni que hablar hay del tutelaje literario que Ezra Pound ejerció sobre T.S. Eliot, y también sobre Ernest Hemingway quien por cierto, por aquel entonces (años 20) no habría estado ni de chiripa en el Inquest, junto a Carlos Williams, Ford Madox Ford, el propio Eliot y el propio Pound, de no haber sido por el palancazo que le dio este último. El comienzo del Ash Wednesday de T.S. Eliot ni siquiera hubiera sido el garrotazo que es sin las sugerencias de Ezra Pound porque no era el comienzo que Eliot pretendía para ese monumental poema. En Abaddón el exterminador, Ernesto Sábato escribió: si además del talento (…) estás dispuesto a sufrir, a desgarrarte, a soportar la mezquindad y la malevolencia, la estupidez, el resentimiento, la infinita soledad, entonces sí, estás preparado para dar tu testimonio. Unos mezquinos, otros no, al final el talento, la constancia se encargaron de salvar estos nombres.