jueves, 24 de febrero de 2011


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Arañazos en una piedra.

Se fueron 2000 años y un poco más – se dice rápido – desde que el romano Quintus Horatius Flaccus (65 a.c – 8 a.c), Horacio para nosotros, la plebe, escribiera su Aurea Mediocritas, su Carpe Diem, su Beatus Ille. No alcanzaría toda la celulosa que pueda sacarse de la Amazonia y selvas colindantes para foliar en tomos de enciclopedia el diluvio interminable de acontecimientos – de toda traza – que desde entonces abotarga al tercer planeta del Sistema Solar. Colisionaron estrellas, cayeron imperios, se formaron repúblicas, bolsas de valores y cometas quebraron tranquilidades y firmamentos, escuelas filosóficas mostraron(se) dientes y nalgas, epidemias y guerras devastaron, tiranías nacieron/patearon/patalearon/se desplomaron, sistemas de integración se desintegraron, llegamos a la Luna y regresamos, las eyaculaciones se retardaron, lo orgasmos se multiplicaron. La lista es interminable, mi tiempo breve; eterno el de Horacio.


AUREA MEDIOCRITAS (Mediocridad dorada)

Vivirás mejor, Licinio, si no te adentras
siempre en alta mar ni, por miedo a las tormentas,
te aproximas demasiado a la costa.

Los que prefieren la mediocridad dorada
encontrarán abrigo y se hallarán a salvo
del precario techo en ruinas y de la envidia de los salones.

Al pino muy alto el viento lo sacude más;
la torre elevada se derrumba con estruendo;
el rayo alcanza las cumbres más altas de las montañas.

En los desastres, el carácter bien dispuesto espera,
y en la bonanza se prepara para el cambio de suerte.
Es natural que un inverno duro llegue y se vaya.

Lo malo no perdura.
Apolo tensa unas veces el arco de la guerra,
pero otras empuña su cítara para despertar a la música.

Sé valiente y alegre en la adversidad,
pero cuando el viento sopla demasiado favorable
el sabio se apresta a recoger las velas.


CARPE DIEM

No busques el final que a ti o a mí nos tienen reservado los dioses/ (que por otra parte es sacrilegio saberlo), oh Leuconoé, /y no te dediques a investigar los cálculos de los astrólogos babilonios/. ¡Vale más sufrir lo que sea!/ Puede ser que Júpiter te conceda varios inviernos,/ o puede ser que éste, que ahora golpea al mar Tirreno/ contra las rocas de los acantilados, /sea el último;/ pero tú has de ser sabia, y, mientras, filtra el vino/ y olvídate del breve tiempo que queda/ amparándote en la larga esperanza. /Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa: /aprovecha el día de hoy, y no pongas de ninguna manera tu fe ni tu esperanza en el día de mañana.